La mirada oscura de Juan era de un color sombrío, y frunció los labios, dijo en voz baja:

—¿Por qué has venido?

¿Quiso probar de que ahora le iba bien?

Lorena tenía una ligera sonrisa en los labios, cortés y sincera:

—He venido a felicitarte y a ser testigo de este momento trascendental.

Juan tuvo la mandíbula tensa.

El corazón era indescriptiblemente complejo y agrio.

Miguel, que estaba junto a ellos, les interrumpió con una sonrisa:

—Esta es una escena tan grandiosa y extravagante hoy, no era de esta escala cuando el señor López se casó, ¿verdad?

—Parece que el Grupo López tiene el heredero, y ya veo que pronto volveré a beber el vino de boda del señor López.

Las cejas de Juan saltaron con fuerza mientras su fría mirada lo observaba, su rostro se cubrió al instante de frialdad.

Dijo la verdad, pero ¿por qué sonó tan mal?

Fue a mirar a Lorena, pero en su rostro no había ningún quiebro y sonreía con desgana, como si no le importara en absoluto.

—Señor López, me encuentro con un conocid