Capítulo 398
Lorena casi no lo reconoció.

Sorprendida, retrocedió dos pasos, miró bien al perro que tenía delante y su cara cambió al instante, —Rico, ¿por qué estás así?

El carnoso perro que tenía delante apenas podía llamarse "perro".

En su cuerpo desnudo, no había ni un solo pelo en la cabeza del perro. El pelo rubio del que estaba tan orgulloso había sido afeitado.

En ese momento, estaba muy desaliñado y se retorcía de vez en cuando.

Se echó a sus pies y lloró desconsoladamente.

Ya no era mono, sino patético.

Antes de que Lorena pudiera reaccionar, Juan entró con una bolsa de cosas.

Era alto y recto, reservado y elegante, con una mirada opresiva, pero su rostro era amable y cauto.

—Buenos días. ¿Estás satisfecha el desayuno?

«Es raro que Juan me hable con una voz tan cálida.»

Lorena lo miró durante unos segundos y volvió a ponerse fría: —Te dije que te largaras ayer, no lo hiciste e intimidaste a mi perro...

Su voz era fría, indiferente y distante.

A Juan le dio un vuelco el corazó
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