Capítulo 0208
En el otro lado, Luna regresó a la villa de Leandro.

Antes de entrar, vio a Sía sentada debajo de un gran árbol en el patio, tomando el sol. Sía sostenía un juguete, y los rayos dorados se filtraban a través de las rendijas del árbol, formando columnas de luz gruesas y delgadas que contorneaban su rostro tierno y fresco, iluminándolo todo con una luz borrosa, tranquila y hermosa. Margarita estaba a poca distancia de la entrada.

Al ver a Sía, Luna corrió emocionada; su rodilla se debilitó y se sentó directamente en el suelo, abrazando inmediatamente a Sía. La abrazó fuerte; el niño había sido injustamente tratado, y su corazón estaba a punto de romperse. En ese momento, sus ojos se humedecieron y ya no pudo contenerse.

De todos modos, ahora Sía estaba sentada bajo el sol. Su día de esfuerzo no había sido en vano; valía la pena.

Margarita se acercó, vio a Luna con una expresión de culpa, abrió la boca, pero no sabía qué decir.

—¿Sía ha comido? —preguntó Luna, levantando la vista.

—Sí, ha
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