Teófilo aún se encontraba absorto en los intensos aromas hormonales que emanaban de su interés romántico.

Pero Diego, con un apretón repentino en su corazón, tiró con fuerza de su mano, liberándola por completo de su abrazo.

Teófilo sintió instantáneamente un fuerte vacío en el pecho, y sus extremidades se volvieron rígidas.

—Leticia está aquí conmigo.

Diego respondió con calma, se dio la vuelta y abrió la puerta sin dudarlo dos veces.

Fuera de la puerta, Leticia sonreía amablemente. —Lo sabía, ese chico debe estar contigo. Siempre he notado que tienes una muy buena relación.

Buena relación.

Sí, buena.

Los ojos de Diego destellaron, solo pudo sonreír ligeramente en respuesta.

—Teófilo, ven, entra en mi habitación. Tengo algo que decirte. Leticia sonrió y le hizo un gesto con el mano directo hacia su sobrino.

Teófilo sintió un latido inexplicable en su corazón.

Miró profundamente a Diego.

Pero el hombre bajó la mirada y no respondió en ese instante a su mirada intensa.

Teófilo siguió a