—No puede ser Leonardo. —Alejandro dio un análisis decisivo mientras Clara se encontraba bastante confundida, como un consejero junto a una reina. —Porque ya ha alcanzado su objetivo, no es necesario hacer nada más, infiltrarse en la cárcel y correr el riesgo de matar. Ya ha sufrido las graves consecuencias de su impulsividad, no es posible que lo haga por segunda vez.

—Sí, también pienso lo mismo. —Clara afirmó con convicción.

—Aunque no hay pruebas, siento que esto es obra de Pol. Además, con su poder en Austria y sus conexiones clandestinas en él, no sería nada difícil para él sobornar a alguien para deshacerse de Eduardo. Alejandro continuó su análisis con una expresión seria.

—Sí, tiene sentido. Cuando estás en duda, culpa a Pol. —Clara apretó con fuerza los labios firmemente, mostrando su acuerdo con sus palabras.

Alejandro acarició descuidadamente la barbilla de la joven mujer y la miró con una mirada tierna y sensual.

—Después de lo que dijeron, también comienzo a sospechar de