Él jadeaba, el sudor mezclado con sangre goteaba por sus delicadas mejillas, sus ojos de fénix irradiaban malicia y gran ferocidad, la violencia mortal se desataba como un espíritu maligno emergiendo desde lo más profundo del infierno, pero también se vislumbraba un abismo de satisfacción después de la sed de sangre.

—Pol— Héctor y Esperanza se inclinaron al mismo tiempo.

Pol arrojó el látigo ensangrentado al suelo y se quitó las gafas de oro, limpiando las gotas de sangre de los lentes con la esquina de su camisa.

En Austria, cada vez que sentía presión o estaba de mal humor, solía ir a cazar en las profundidades de las montañas. Pero en la Ciudad de México, no tenía esa opción, así que optaba por pelear ferozmente.

Descubrió que golpear a la gente era mucho más divertido que cazar. Este tipo de espectáculo, definitivamente debería hacerlo más a menudo en el futuro.

Ambos siguieron en completo silencio hasta la puerta de la habitación.

Héctor notó que la parte posterior de la mano de