Capítulo211
El beso de Armando fue muy suave, como si estuviera tratando a una mujer amada. Su ternura hizo que mi corazón latiera incontrolablemente. No entendía por qué de repente parecía una persona diferente, pero esta versión de él me hacía sucumbir sin querer.

Me quedé quieta, permitiéndole besarme, con la mente en blanco, olvidando por completo apartarlo.

Después de lo que pareció una eternidad, Armando finalmente me soltó, aunque parecía reacio a hacerlo. Sus ojos negros aún brillaban con diversión, mientras yo seguía aturdida, sumergida en el recuerdo del beso.

—Me voy ahora. ¡Adiós!—dije apresuradamente cuando recuperé el sentido, mirando su apuesto rostro tan cerca del mío. Abrí la puerta del auto y salí rápidamente. Al darme la vuelta, creí ver un destello de triunfo en los ojos de Armando.

No entendía el significado de esa mirada victoriosa, pero un segundo después, todo quedó claro.

Manuel estaba parado no muy lejos, observándome. Su frente estaba arrugada y sus ojos llenos de enojo.
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