Ella se acurrucó temerosa en la manta, sintiéndose mal, y se obligó a no pensar en adónde había ido Mateo después de marcharse. Se forzó mejor a concentrarse en lo que enfrentaría en la reunión de la junta directiva al día siguiente.

Todos sabían muy bien que en la familia Ortiz del sur había una señorita que era el centro de atención, amada por todos. Ella era precisamente la joya de la corona para el anciano señor Ortiz y sus cinco hijos, y estaba destinada a ser la futura heredera del imperio centenario de la familia.

En su día, la hermosa y orgullosa princesa de la familia Ortiz era la figura más legendaria en los círculos de la alta sociedad del sur. Era una verdadera joya, apasionada y radiante, orgullosa y dominante, y todo lo que deseaba, lo obtenía sin excepción alguna.

Sin embargo, en los últimos dos años, esta princesa, tan envidiada y odiada por muchos, había desaparecido por completo. Muchos especulaban que había sido despojada de su derecho de sucesión por desafiar a su a