Nos acurrucamos en el sofá un rato más hasta que él me informa de mala gana que tiene que seguir entrenando. Después de sermonearme un poco sobre eludir sus deberes, me dice que cada vez que sienta mi dolor, miedo o tristeza, vendrá a mí sin importar lo ocupado que esté.

Antes de que se vaya, le cuento mis preocupaciones sobre el plan que ha preparado para mañana.

- Solo me preocupa que tú y los otros miembros de la manada puedan lastimarse protegiéndome. Me sentiría devastada si alguien muere en mi lugar.

- Nadie morirá- dice mientras me agarra con más fuerza. 

Parece más como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo de que no sufriría ningún daño. Mañana me mantendrá alejada de mi turno en el trabajo, así que realmente no veo cómo es posible que esté en peligro. Es él quien me preocupa.

- Prométeme que estarás a salvo- le susurro, con la frente apoyada en su pecho. Su barbilla descansa sobre mi cabeza mientras exhala.

- L