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120. Cállate, no digas nada.
Él también deseaba ser como ellos; sin embargo, no podía, Había algo que lo hacía un poco más humano o como le habían dicho tanto su padre como su hermana. Era muy sentimental en algunos caso o mejor dicho en la mayoría.

«¿Por qué se me hace difícil el dejar de ser sentimental?»

Se Preguntó solo para que la voz de su hermana se abriera paso una vez a través de su mente.

«Porque eres débil, porque no te pareces a nuestro padre, ni a mí»

Tal vez no se parecería a ellos, pero les haría ver que no por eso era débil. Se abriría camino de algún modo y le haría ver a su padre que era mucho que todos esos amantes que atesoraba, mucho mejor que Dylan, su melliza, quien todavía se encontraba en esos momentos en el internado de Suiza.

Ahora era libre para hacer lo que él deseaba y para encontrar su verdadero camino.

El ver a ese joven ser tratado por su padre de manera cariñosa lo hizo enfurecer. Russell, su padre, jamás se había portado de esa manera con él.

—Su estúpido juguete no es más que un
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