—¡José, sal! ¡Sal, cobarde, no te escondas! ¡Si eres hombre, enfrenta esto! —Sofía gritaba tan fuerte que los vecinos estaban molestos. Pero siendo la hija de la poderosa familia Mendoza, ¿quién se atrevería a enfrentarla? Solo podían llamar a los Montenegro para que resolvieran la situación.Despué
—¡Dijiste que solo era un teatro para impresionarte! ¡Que seguramente me fui a disfrutar por ahí!Carina, el tío, se quedó sin palabras por un momento, balbuceando una excusa.—Tras la muerte de Griselda, te confiamos la empresa. ¿Acaso no te tratamos como a uno más de la familia? ¿Por qué no te con
Fausto no logró alcanzar a José, fue detenido por Carina, quien lo arrastró de vuelta a la habitación.—¡Él cambió, él cambió! ¡No! ¡Es que se escondía muy bien! ¡Hay algo muy mal en su mirada! —Ella caminaba de un lado a otro, claramente inquieta.Sentado en una silla, apoyándose en su bastón, Faus
Se preguntaba si él y su hermana eran una broma, si realmente no era hijo de su padre. ¿Era verdad lo que decían? ¿Quién era su verdadero padre? Héctor, al escuchar pasos, abrió lentamente los ojos y, bajo la tenue luz de la lámpara nocturna, vio el rostro amable y sonriente de José.—¡Papá!Exclamó
Después de dos días de descanso, Ximena se sintió mucho mejor. El dolor en su bajo vientre había disminuido notablemente, y aunque aún sentía una sensación de opresión y malestar, sabía que había logrado salvar a su bebé. Lisandro, empujando la silla de ruedas, acompañó a Ximena a la planta baja par
—Tampoco esperaba que José fuera tan cruel como para no perdonar ni a sus propios hijos, —admitió él.—Ahí lo ves, crees que al ser un mero espectador, estás libre de culpa, —dijo Ximena.—¡Ya basta, Ximena! Discutir por cosas ajenas es inútil.Dijo Lisandro, soltando el freno de la silla de ruedas
—¿Qué operación? ¿Qué quieres decir? —exclamó Ximena, con los ojos abiertos de asombro.Su voz temblaba mientras preguntaba, protegiendo su vientre con las manos y retrocediendo, mirando a Lisandro con cautela.—Esta niña...Lisandro, apretando el papel en su mano, hizo una pausa en su voz, dejando
Elena se escondía en la cabaña de madera donde José la había tenido cautiva. Sin electricidad y en un lugar remoto sin vigilancia, era el escondite perfecto. Estaba segura de que Lisandro nunca adivinaría que se ocultaría allí. La cabaña era oscura y fría, con corrientes de aire, especialmente por l