Viéndose solo, Dax miró a su alrededor y también se unió a escuchar. Ximena, enfurruñada en la cama, oyó pasos acercándose y se cubrió con las sábanas. La cama se hundió cuando el hombre se sentó a su lado, intentando levantar las sábanas sobre su cabeza. Ximena se aferró a ellas, impidiéndoselo. Li
Ximena, con un movimiento decidido, pateó la caja del vestido de gala fuera de la casa y cerró con un golpe la puerta de su habitación. Lisandro, al ver el trato que recibía el vestido que había preparado con tanto cuidado, golpeó la puerta con fuerza.—¡No te pongas caprichosa en un día como hoy! —
Mateo miró hacia adelante donde estaban Ximena y Lisandro. Ellos no hablaron durante todo el viaje, aún en medio de su tregua fría.—¡Mamá!Mateo llamó de repente. Ximena se sobresaltó, se giró rápidamente, con una sonrisa cálida en su rostro.—Mateo, aquí está mamá.—Yo también protegeré a mamá, —d
Todos estaban pendientes de Mateo e Iván, con expresiones complejas y sin poder articular palabra. Sofía se abrió paso entre la multitud, levantó en brazos a Felicia y exclamó con orgullo.—¡Esta es mi sobrina, Felicia! ¿Nos parecemos?Con estas palabras, Sofía rompió la tensión, y todos asintieron
Ximena miró discretamente a su alrededor, notando la ausencia de Gonzalo. Era evidente que no era bien recibido en la familia Mendoza. Ni siquiera en el cumpleaños de su propio padre tenía permitido estar presente. Era, sin duda, un alma desdichada.Lisandro notó que Ximena apenas tocaba la comida,
Era una pintura valorada en millones de dólares, una obra famosa de Autem. No era algo que cualquiera pudiera adquirir, ni siquiera con mucho dinero. Armando, sin embargo, la rasgó sin pensarlo dos veces. Y lo hizo delante de todos, en presencia de quien regalaba el cuadro. A pesar de todo, las fami
Felicia también habló con su vocecita tierna, inclinando su pequeña cabeza y con sus grandes ojos brillantes y chispeantes como estrellas resplandecientes.—Mamá, Felicia no va a llorar y armar escándalos. Mamá siempre dice que los niños que solo lloran y gritan no tienen educación ni modales. ¡Feli
Elena, cuya llorera se detuvo abruptamente, dejó su mano suspendida en el aire. ¿Se había equivocado otra vez? Limpió sus lágrimas apresuradamente y se volvió hacia otro de los niños, extendiendo su mano.—¡Estoy llorando de confusión! Mateo, ven a mamá, déjame abrazarte.De hecho, Elena había acert