La majestuosa hacienda, digna de una serie de televisión, se erguía imponente. Ximena se detuvo ante la grandiosa entrada de la Hacienda Serenidad, sintiéndose de repente como un patito feo, fuera de lugar en un mundo que no le pertenecía, incómoda de pies a cabeza. Por otro lado, Felicia miraba tod
—No es común que Lisandro traiga una chica a casa, no seas demasiado duro. Hay que darle algo de crédito. —Pero, ¿qué hacemos con Elena y Mateo? ¿Qué significa esto? Si se corre la voz, ¿qué pensarán los demás de la Familia Mendoza?—¡Basta ya, Armando! Si los niños lo desean, ¿qué puedes hacer? Ay
—¿Estás enojada, Ximena? ¡Yo solo me preocupo por ti! —Elena intentó agarrar su mano, pero ella la esquivó.—¡La muerte de Griselda no tiene nada que ver conmigo! ¡El verdadero culpable ya fue capturado!—Yo solo tenía curiosidad, por eso te pregunté. ¡No te enfades! Tu relación con Gael era conocid
Al oír esto, un silencio sepulcral invadió la sala. Como si el mundo entero se hubiera detenido, todas las miradas se fijaron en Lisandro, luego en Ximena, y finalmente en Mateo y Felicia. Incluso Ximena miró a los niños, incrédula. ¿Gemelos? ¿No se suponía que el hermano de Felicia había muerto al
—¡¿Qué está pasando aquí?! Rugió Armando, logrando que Elena se calmara un poco. Lisandro no sabía mucho sobre los detalles de aquel entonces. Y Elena era cautelosa y había destruido muchas pruebas. Si no fuera porque estaba seguro de que solo había estado con una mujer en aquel tiempo, no dudaría
Tan pronto como Agustín entró por la puerta, apartó al sirviente que bloqueaba el paso a Elena y se puso delante de ella para protegerla. Lleno de ira, enfrentó a Lisandro y le gritó.—¡Jamás pensé que fueras este tipo de persona! Mi hija, sin pedir un lugar en tu vida, ha estado contigo durante cua
—¡No te ofendas! Te considero mi mejor amiga. Pero no puedes confundir la sangre de la Familia Mendoza. Si Mateo es realmente hijo de Elena, no puedes, por interés personal, separar a madre e hijo.Después de decir esto, se retiró de nuevo detrás de Carlos. Él, protegiéndola, la abrazó y le susurró
—Siempre se dice que hay un vínculo especial entre madre e hijo. ¿Cómo no van a preocuparse por alguien que salió de su propio cuerpo? —Catalina, apresurada, añadió y sintiendo la mirada gélida de Lisandro, soltó una risa nerviosa—. Mijo, lo siento, me equivoqué al hablar. Y, temerosa, se acercó a A