Ximena rápidamente se levantó de la cama y comenzó a cambiar su ropa, con prisa buscaba algo por toda la habitación.—¿Qué buscas? preguntó Lisandro.—Mi teléfono está a punto de apagarse y no recuerdo dónde dejé el cable y el cargador. Cuanto más me apresuro, menos puedo recordarlo.Lisandro, abriendo el cajón de la mesita de noche, encontró el cargador y se lo pasó a Ximena mientras él también comenzaba a vestirse.Mientras Ximena conectaba su teléfono, le dijo: —¡Tú estás herido! Deberías
Ximena abrazó con cariño a Mariana. Después de un rato, cuando Mariana se calmó un poco, Ximena la ayudó a levantarse.En ese momento, Diego llegó corriendo, evidentemente preocupado.Al ver el estado de Mariana, se detuvo por un momento, antes de correr hacia ella, preocupado.—Mi amor, lo siento mucho. Es mi culpa. Estaba en una reunión internacional y tenía el celular en silencio, no escuché nada.—¿Dónde está ese infeliz? ¡Voy a acabar con él! —gritó Diego con furia, intentando entrar a
—¿Por qué preguntas eso? —Lisandro la miró fijamente, tratando de descifrar lo que pasaba por su mente.—Sólo quiero saber, ¿dónde estabas ese día? ¿Qué estabas haciendo?—Estaba en casa —respondió Lisandro, evitando recordar aquel día.—Ya han pasado cinco años, ¿cómo puedes recordar con tanta claridad que estabas en casa? —Ximena lo miró con la misma intensidad, intentando leer sus pensamientos.—¿Qué es lo que realmente quieres saber? —preguntó Lisandro, visiblemente molesto.—¿Qué es lo
Durante los días siguientes, Lisandro no volvió, ni tampoco se comunicó con Ximena.Tampoco Ximena lo llamó.Lo que le pasó a Mariana le hizo darse cuenta de cuánto le importaba a un hombre la «virtud» de una mujer.Diego y Mariana habían estado juntos por ocho años, estaban a punto de casarse, y aún así, ocho años de relación no pudieron superar un solo incidente.Diego siempre insistía en que Mariana fuera al hospital para hacerse un chequeo completo, pero en secreto solicitaba una consult
Ximena llegó al centro comercial y Sofía, después de estacionar el auto, la alcanzó corriendo.Aún estaba preocupada por ser una buena amiga: —Diego no confía en Mariana. Como sus buenas amigas, no podemos dejar que Mariana siga sufriendo.—Ella necesita la confianza y comprensión de las personas que más quiere, especialmente después de lo que le ocurrió. Ya no hay confianza entre ellos, ¡no serán felices juntos!—¿Acaso eres una adivina? ¿Sabes de relaciones? ¡No hay nada absoluto en el amor
—¡Qué! —la empleada estaba tan enojada que se puso roja.Sofía sacó una tarjeta de cliente frecuente y la lanzó sobre la barra.Al ver que era una tarjeta de la categoría más alta, la empleada se apresuró a disculparse.—No es que no podamos comprar, es que no nos gustó nada de lo que tienen — sentenció Sofía.Al salir de la tienda, Ximena comentó: —En este mundo del dinero, todos parecen inclinarse ante él.—Si hubiera sido yo, hubiera comprado hasta hacerlas arrodillarse frente a mí —cont
El suave y melodioso tono de la mujer perforó el corazón de Ximena como una cuchilla afilada.Temblorosa, quiso colgar el teléfono, pero escuchó de nuevo la voz coqueta y melosa de Elena.—¿Buscas a Lisandro? Está nadando conmigo y no puede atender ahora. ¿Dejas tu nombre? —Elena soltó una risita, como si hubiera escuchado un chiste muy divertido.—¡Ay, Lisandro! ¿Por qué te tiene registrada como «Chanchito»? ¡Qué falta de respeto!Elena rió alegremente.—Parece que a Lisandro no le agradas
Lisandro, secándose el cabello mojado, fue a buscar a Mateo. Pero Mateo ya había corrido hacia su cuarto, cerrando con fuerza la puerta detrás de él y echando el cerrojo.Después de colgar el teléfono, Ximena estaba claramente distraída.Una vez que terminaron de cenar, Fernando quiso llevar a Felicia a dar un paseo. Felicia, brincando de emoción y gritando «¡abuelito!» estaba a punto de salir cuando Ximena la detuvo rápidamente.—Felicia, es hora de regresar.Fernando miró a Ximena, quien l