—Lacie —dijo él —. No es nada, estoy bien… ¡No llores por favor! Lo siento. —le decía una y otra vez —. No me ocurre nada, te prometo que todo está bien, es solo una quemadura —dijo preocupado cuando ella finalmente lo miró. Ella lloraba desconsoladamente, se acercó a él, Renaldo iba a ponerse la c
—Te amo Renaldo... y si yo pudiera cambiar lo ocurrido lo haría enseguida, te lo juro.La chica se acercó a él y lo besó dulcemente, la cara de Renaldo reflejaba el dolor que sentía y Lacie le sonrió.Esas palabras hicieron que su corazón se estremeciera y esos contactos tan íntimos generaron una se
Al escuchar sus palabras, Renaldo sintió como si le hubiesen dado una fuerte patada en el estómago, no lo podía creer, la angustia lo atenazó por dentro y sintió que el aire le faltaba, mientras que pensaba que esa era otra culpa con la cual debía cargar, si no se hubiera ido del lado de su esposa,
―Debes descansar, mañana no te olvides que debemos ir al médico a chequear tu estado de salud… debo asegurarme que estés bien. No puedes retractarte de tu palabra. ―No lo haré… te lo prometo ―le dijo Renaldo besando su frente para tranquilizarla, mientras se quedaba otra vez dormido a su lado, sin
Alessandro no podía creer que ella se hubiera atrevido a tanto, lo había bañado de pies a cabeza, mientras en lo alto del balcón se reía a carcajadas, se sacudió la ropa molesto, pero era imposible quitarse ese color blanco de su cuerpo.―¿Te diviertes esposa? ―le preguntó apretando los dientes con
―¿Y ya sabe que está viva? ―interrogó con curiosidad. ―Sí, creo que están juntos, mi hermano la ama y estoy seguro de que esta vez podrán ser feliz… como lo vamos a hacer nosotros, porque tú también me vas a perdonar ¿Verdad que sí? ―la interrogó y ella se quedó pensativa. ―Muéstrame para ver cuán
Alessandro esa noche se fue a dormir a un hotel, pero temprano en la mañana regresó a la mansión, aunque tocó la puerta de entrada, el personal del servicio se negó a dejarlo a entrar.―Lo lamento señor, no puede entrar, la señora Fénix dio instrucciones precisas de que su entrada no estaba autoriza
―Auch ―protestó,―No sea llorón, solo buscaba que comprobara que no estoy muerta… estoy viva, y si soy Lacie, la esposa de Renaldo. Necesito que me ayude a sacar a Renaldo de esta isla.Gallo frunció el ceño ante sus palabras.―¿Por qué no pilotea él? ―interrogó y ella respondió con un suspiro, mien