Felipe, al notar cómo Mariana no apartaba la vista de sus labios, le dijo con una sonrisa traviesa.—Y me imagino que también te gustaría probarlos, ¿cierto?Luego añadió, con el mismo tono provocador:—Solo lo pregunto porque parece que te gustaron bastante... Dado que no les quitas la mirada de encima.Mariana, sin pensar demasiado, le respondió con un firme:—Sí.Y enseguida, como si las palabras hubieran escapado solas de su boca, se tapó la boca con ambas manos, avergonzada, como una niña pequeña que había dicho una grosería delante de sus padres y no sabía dónde esconderse.Pero después de ese instante de duda, se armó de valor y continuó con voz decidida:—Además... estoy segura de que alguien ya te ha dicho que tus labios son muy provocativos. Dan ganas de besarlos. Te lo digo en serio, y tú ya deberías saberlo. No me digas que nunca te has visto en un espejo.Lo miró de frente, sin titubear, y concluyó:—Puedo apostar lo que quieras a que tienes un harén de mujeres detrás de
Mariana, en ese instante, se había estremecido entre sus piernas y soltó un suspiro agitado. Juraría haber escuchado un gemido de él nuevamente.Cuando por fin lograron separarse, tenía el labial completamente corrido por aquel beso apasionado que se habían dado, frente a todos los que los rodeaban. Sus pezones, marcados por encima del vestido, delataban lo excitada que estaba.Al mirar a sus amigos, todos los observaban con los ojos bien abiertos.La primera en romper el silencio fue Vero, quien, con una sonrisa en los labios, dijo burlona:—Mis queridas y estimadas amigas…Luego dejó de reír y añadió:—Aquí mi nuevo amigo quiere llevarme a su apartamento a mostrarme unas pinturas del siglo XVI que tiene en su poder. Y ustedes saben que, cuando se trata de arte y buena comida, yo voy donde sea.Les guiñó un ojo a sus amigas, Frank la tomó de la mano y se fueron juntos.Cinthia miró a Mariana con una pequeña sonrisa burlona y le dijo:—Y me imagino que ustedes quieren ir a ver si la m
Felipe estaba embelesado, hipnotizado por tanta belleza. Se pasó la lengua por los labios, como si quisiera devorarla con la mirada, como un lobo hambriento.La atrajo hacia él y comenzó a besarla con devoción: primero el rostro, luego los ojos, la nariz y finalmente la boca, donde se detuvo un largo rato, fusionando sus labios con los de ella. Después bajó lentamente al cuello, donde comenzó a darle suaves mordiscos.Ella solo podía gemir, cada vez más alto, mientras él, con una mano, acariciaba uno de sus senos y con la otra, le apretaba las nalgas. Luego descendió, besó sus pechos y se llevó uno a la boca, mientras acariciaba el otro con delicadeza.Mariana se aferraba a él con desesperación, como si desprenderse de Felipe fuera una amenaza a su propia existencia.Al poco rato, él le arrancó el panty y le susurró con una sonrisa traviesa:—No me aguanté las ganas ni quería perder tiempo quitándotelas… Además, mañana, sin ellas, igual puedes irte.Y le dio una sonrisa, que le augura
Mariana miró su entrepierna y vio ese pene tan largo y grueso, que por un momento pensó cómo fue que todo eso le entró por completo.Luego, se relamió los labios con ganas de tenerlo en su boca y pensó que, con razón, le había dolido un poco al penetrarla, pero cómo se sentía tan llena que el dolor que había sentido se le disipó de inmediato, para darle paso a un placer intenso.Al instante en que él la vio pasar su lengua por los labios, su pene dio un brinquito, y en ese momento, ella aprovechó la oportunidad para cambiarse de posición y comenzar a comérsela como si de una paleta se tratase.Felipe, al darse cuenta, solo gemía de satisfacción y de la emoción que estaba sintiendo en aquel momento. Luego, le agarró por el cabello y comenzó a penetrarla con su boca; al principio fue muy lento, pero al ver que ella podía introducirlo casi por completo, sin tener arcadas, comenzó a penetrarle la boca con más fuerza.Luego, ella le cogió las bolas y las apretó muy suavemente. Él le agarró
Mariana miró la pantalla de su teléfono, vio la hora y se maldijo por dentro. Desde que se había separado, no había dormido tan profundamente. Estaba a punto de colgar cuando Cinthia le pidió que le diera la dirección para ir a recogerla.Ella le respondió que se la enviaría por mensaje, colgó de inmediato, abrió la aplicación y envió su ubicación. Luego miró hacia la cama y vio la espalda ancha y desnuda de Felipe, acostado boca abajo, con el rostro hacia adentro, sin poder verle la cara.Pensó en rodear la cama para mirarlo, pero se contuvo. Respetó la decisión que había tomado la noche anterior. Se dio la vuelta y empezó a recoger sus cosas, que estaban esparcidas por toda la habitación.Entró al baño, se lavó la cara, se enjuagó los dientes y buscó en su bolso una banda elástica para recogerse el cabello. Al no encontrar ninguna, se pasó las manos mojadas por el pelo y se lo recogió, haciéndose un moño improvisado.Se vistió lo más rápido que pudo y salió del baño. Volvió a mirar
Cinthia las interrumpió y miró a Vero como si estuviera viendo un fantasma, luego le dijo:—¿Es en serio que ni siquiera te lavaste los dientes? Además, puedo apostar a que debajo del abrigo todavía llevas la pijama, ¿cierto?Verónica, un poco asombrada, le preguntó:—¿Cómo lo supiste?Cinthia la miró con desagrado y respondió:—Solo hace falta verte la facha para imaginarme el resto.Luego, añadió:—Ve al baño, lávate la cara y enjuágate bien los dientes. Nosotras te esperamos aquí.—Está bien —dijo Vero, levantándose de donde estaba sentada. Pero antes de dar un paso, se volteó a mirarlas y les advirtió:—Ni una sola palabra sin mi presencia.—Te lo prometo —respondió Mariana, mientras hacía el gesto de cerrar la boca con una llave, aguantándose la risa al ver el aspecto de Vero.Después de que Vero se fue al baño, Mariana comentó:—No lo puedo creer... ¿Cómo se le ocurre salir así de su casa? Y dudo mucho que alguien la haya visto, porque sus padres no la habrían dejado ni asomarse
Felipe lo miró fijamente y preguntó:—¿Qué esperas para irte? Y quiero que me envíes el video de vigilancia desde la hora que llegamos anoche hasta el momento en que ella se fue hoy.—Sí, señor —respondió Plutarco, y salió casi corriendo de la habitación.De inmediato llamó a la sala de vigilancia para que tuvieran el video listo. Cuando llegó, el encargado le dijo:—Señor, aquí ya tenemos lo que nos pidió.—Muéstramelo —ordenó Plutarco.El encargado reprodujo el video de inmediato. Al ver que no se le podía distinguir el rostro a aquella chica, Plutarco comenzó a maldecir una y otra vez. No sabía si estaba maldiciendo a su jefe, o a la mujer que no le estaba poniendo las cosas fáciles para identificarla más rápido.Luego tomó su teléfono y dijo:—¿Me puedes enviar ese video al móvil, por favor?—Sí, señor —respondió el encargado.Plutarco, al salir de la sala, hizo una llamada a su secretaria para que lo esperara en su oficina. Al entrar, ella ya lo aguardaba, y sin perder tiempo, él
Mariana estaba en el jardín, observando el cielo estrellado, mientras pensaba que los dos años que había pasado al lado de Jacob no habían sido más que una vil mentira… y una pérdida de su valioso tiempo. Lo único rescatable de ese matrimonio era haber confirmado que sus padres tenían razón: Y en la vida siempre habrá personas que solo buscan su propio beneficio. Si no es dinero, será cualquier otra cosa que les convenga.Aun así, encontró un pequeño consuelo: al menos con este divorcio no perdió ni un centavo de su dinero, ni una sola de sus propiedades.Se sentó en una silla para acomodarse mejor entre sus pensamientos, y entonces sacó su teléfono del bolsillo del pantalón. Al revisar sus redes sociales, se dio cuenta de que aún no había eliminado las fotos ni los videos que había compartido durante esos años junto a Jacob.Luego comenzó a recordar el momento en que lo conoció. Era un día lluvioso. Estaba sola, varada en medio de una carretera desolada. Su auto no arrancaba y la señ