Capítulo 132
— Señor, por el teléfono que rompió, le pedimos que pague el precio completo.Miguel levantó la mirada hacia él con ojos fríos como el hielo, y al instante, aparecieron dos cantineros más.

— Señor, tenemos cámaras de seguridad. Si no coopera, tendremos que llamar a la policía.

El cantinero señaló las cámaras ubicadas en el techo.

Aunque Miguel estaba rojo de ira, tenía algo claro: si no pagaba, esa mujer, Luciana, realmente lo llevaría a los tribunales.

A pesar de su reluctancia, se quitó el reloj y lo arrojó al empleado.

— Con esto tienes para comprar diez teléfonos.

Al ver esto, los cantineros finalmente lo dejaron marchar.

Miguel salió furioso, respirando pesadamente.

Ya en su coche, sin saber adónde ir, llamó a Tadeo.

— Necesito que uses tus influencias para investigar algo.

Tadeo reconoció inmediatamente que algo andaba mal en la voz de Miguel.

Su curiosidad le decía que había algo jugoso detrás.

Tadeo se incorporó de un salto del sofá:

— ¿Qué necesitas que te ayude?

Miguel hizo un
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