C68

—Bueno, supongo que has sido lo bastante rápido como para pillarme—, dijo fingiendo despreocupación. —¿Dónde firmo? —, preguntó ella, saboreando el dolor y la amargura en su lengua.

—Dondequiera que esté tu nombre—, respondió él en tono neutro.

Charlotte asintió, dejó las maletas y volvió a la mesa en la que estaba sentada antes. Buscó a tientas un bolígrafo en su bandolera, con las manos temblorosas y los ojos llenos de lágrimas. No podía llorar. Mancharía los papeles y él lo vería y se reiría de ella.

—Tengo un bolígrafo—, le ofreció su Parker de oro. Qué maravilloso sería apuñalarle con ella, pensó. Pero no era una psicópata, así que lo giró para que apareciera la punta y se inclinó sobre la mesa, con la vista nu

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