Ustedes se preguntarán por qué rayos, durante toda la redacción de la primera temporada de The Boyz in the Band: la serie (título provisional, creo), nunca se me ocurrió entrevistar a ninguna fan. Pues, bien, tal como han sido narrados los acontecimientos, inferirán la obviedad de la respuesta: porque The Boyz no tenía, por entonces, admiradora alguna.
Y es que, afrontémoslo: los chicos carecían de gracia y el talento de algunos de ellos todavía necesitaba una buena dosis de pulimento (y, con respecto a los demás, ni siquiera lo tenían. Así, a secas). Además, no eran ni la mitad de agraciados que llegaron a ser durante el momento cúspide de su carrera; y todo esto, sumado a su extrema juventud, no les hizo ni medio flaco favor a la hora de conseguir la popularidad entre una audiencia bastante crecidita y más bien heterogéna (por no decir amo
Extracto de la entrevista realizada a A.K.A The First Fan, considerada por el fandom de The Boyz in the Band como la primera fan oficial en la historia de esta agrupación Fecha de la entrevista: 4 de enero del nuevo año Continuación… –¿Por qué no le pides un autógrafo? –fue lo que preguntó mi tío, mientras se agachaba a mí para ofrecerme un cotton candy que rechacé sin ninguna educación. Obvio que me iba a negar. ¿Qué carajos le podría decir una niña como yo a un chico como él? Yo ni siquiera hablaba inglés, y estaba bastante segura de que él no sabía ni una pizca de español. Así que, ¿con qué objeto? Uncle Welly, que Dios lo tenga en su gloria (y hablo en serio), me extendió una servilleta de papel que todavía estaba impoluta, y sacó del bolsillo de su camisa una pluma ordinaria de tinta azul. –Cuando acaben la presen
Por lo general, la única en ir a trabajar los sábados al Libery Hall era Rossana Regiés, entre otras cosas, porque no tenía nada mejor que hacer los fines de semana. Suponía que los otros miembros del equipo habían laborado demasiado duro durante la semana como para hacer horas extras en el plató. Luego se enteró que se trataba de políticas del sindicato, que impedían a los productores cualquier tipo de abuso laboral. Rossie, que ni siquiera tenía permiso de trabajo en Estados Unidos –pero lo estaba tramitando, ¿eh?–, se hallaba, por supuesto, fuera de la ecuación. Así que no le quedaba más que trabajar ad honorem, con la esperanza de que, algún día, sus esfuerzos de cara a la serie se vieran retribuidos (económicamente, que se entienda). Cuando llegó hasta su despacho, antes de las ocho de la mañana, se sorprendió sobremanera al encontrar a Jared Cavalier, de pie, caminando sobre sus pasos, como si el piso alfombrado de rojo tierra le quemara. Se suponía que seguirían trabajando j
Resultaba extraño para Jared Cavalier asistir a su propia casa en calidad de visitante. Pero, tal como iban las cosas, no le quedaría otra cosa que acostumbrarse. Adalyn Fernández-Cavalier había cumplido la promesa que le hizo al Goodboy: a despecho de su abogado, detuvo el avance de la demanda bajo un pretexto tan descabellado que dudamos de que el legista lo hubiese creído. Pero, como trabajaba sin honorarios, hasta cobrar la parte que le correspondería a Adalyn de su trato de divorcio, no le quedó más que acceder, ya que, entre otras cosas, necesitaba hacerse cargo de otros casos que le representaban un ingreso mensual fijo, que es lo que él necesitaba. –Se me ocurrió una idea que nos permitirá salirnos con la nuestra, babe –le dijo Jared a Adalyn, sentado como estaba, en el desayunador de su cocina. En el pasado, ella le habría servido sus huevos con doble tocino y panqueques bañados en miel de maple, con zumo de naranja extraído de frut
–Lo prometido es deuda, pequeña –dijo Jared Cavalier a Rossana Regiés, al ingresar a la oficina de ella sin pedir permiso ni perdón, y mientras extendía el cuadernillo verde frente a ella. A Rossie le disgustaba que la interrumpieran en medio de su flow creativo, pero había aprendido a vivir entre constantes escenas como estas; ejecutadas, eso sí, por varias personalidades como su propio hijo, Marcel, cualquiera de los Boyz, Ricky Cavalier y hasta por el dichoso guardia de seguridad. –Espero que este cuaderno valga el próximo bloqueo creativo que estoy a punto de tener por culpa de tus constantes interrupciones –le dijo Rossie, sonriendo más como para ocultar su molestia que como un gesto sincero. –Y lo vale, pequeña –dijo Jared. Y se sentó en donde le correspondía. Esto es, en el asiento de invitados–. Anda, chécalo. Rossie abrió el misterioso documento que contenía el inventario que prometía otorgarle material de investigación para
Quisiéramos creer que no fue Jared Cavalier quien filtró la noticia a los medios, pero mentiríamos. Él tenía los motivos, la información y hasta una que otra fotografía de respaldo. El escándalo estaba asegurado, y con ello la promesa de desviar, al menos por unos días, la atención de Rossie hacia otro lado, mientras que Jared hacía tiempo para planificar su siguiente movimiento.En todo caso, se trataba de una medida inocente: que el mundo se enterara del romance secreto entre el nuevo Goodboy y su futura coprotagonista, tampoco sería ninguna rareza.Lo que El Emperador no sabía, es que con aquella acción, inocua y egoísta al mismo tiempo, desataría lo más parecido a un infierno mediático para su pequeño retoño, Marcel Regiés-Cavalier.Transcripción de un extracto del vi
–Tu hijo es un caso perdido –dijo Toby Dammer a Jared Cavalier, al día siguiente del live más estúpido que Marcel Regiés había hecho en toda su vida–. ¡Pero, me encanta!–Porque tú eres el patrono de las causas perdidas –dijo Kaoh, sentado en su respectivo lugar de la mesa de reuniones de productores, ubicada también en el piso 4 del Libery Hall, al otro lado del pasillo y de la oficina de Rossie–. Y, opino lo mismo que Tob, Marcel nos está ahorrando mucho dinero en publicidad y marketing.Jared Cavalier los miraba en silencio, ubicado, como estaba, en su respectivo sillón negro de cuero en donde The Boyz discutían el cronograma de lanzamiento de la serie, incluso meses antes de que esta concluyera.–Necesito ponerle un freno a ese chico –el Goodboy no hablaba por hablar, así que lo que tenía que decir, lo decía en serio. O, al menos, ese era su discurso–. Pero no se me ocurre cómo.Un silencio incómodo se apoderó de la sala. Ricky Fernández tomó la palabra, entonces.–Cambiando de te
Recapitulemos. Jared Cavalier no desea que Rossana Regiés escarbe más –si es que algo así todavía se puede, a estas alturas– en su vida privada. La razón es obvia: porque aquello podría joderle la existencia. El Goodboy sabía eso desde el principio, desde el día en el que aceptó, a regañadientes, que la mujer que amaba tomara las riendas creativas de la serie biográfica de la boyband de la que él era, es y ha sido desde siempre, su estrella principal. Obviamente, al ser el lead singer de la banda, la atención de Rossana Regiés se centraría en la figura de él, como protagonista indiscutible de la serie. Ahora, que este hecho haga gracia a sus compañeros de grupo es discutible, pero se aguantan. ¿Y saben por qué se aguantan? Porque a ninguno le conviene que se saquen, también, sus trapitos al sol. Pero, en algún momento, eso también pasará. Por ahora, están en paz con el hecho de que el principal damnificado de su aventura creativa sea El Emperador. Él llevará la peor parte del asunt
–Estoy dispuesto a aceptar el castigo, pa –dijo un resignado Marcel Regiés-Cavalier a su padre, la mañana en la que Rossie los citó a ambos para que hablaran sobre la lengua larga del pequeño Goodboy, que tantos dolores de cabeza había traído a los productores de la serie The Boyz in the Band–. Dispara cuando quieras.Jared Cavalier hacía tiempo para pensar. Le pidió a su hijo un momento para servirse un café en la maquinita del pasillo. Salió de su oficina y, para su sorpresa, no halló a Rossie ahí. Mejor para él, porque tampoco estaba en el mood de hacerse cargo de ella.Al regresar a la oficina de la showrunner, apenas si tenía una vaga idea de lo que quería.–Cuéntame, hijo –Jared tomó un pequeño sorbo de café y se arrepintió de no haberle brindado nada a