Gael se alzó en el cielo oscuro y tormentoso, su forma de dragón blanco resplandecía mientras liberaba su magia sobre el territorio de Colmillo Blanco. Sus ojos violetas brillaban con un poder inigualable, y con un movimiento de sus alas, comenzó a convocar una tormenta. En la distancia Rezef veía la escena con sorpresa. —Es un desquiciado… —frunció el ceño ese hombre lobo, viendo a su yerno—. Debo llevarte a un lugar seguro —le susurró a Maray, que yacía inconsciente en sus brazos. ¡BRUUUMM! Un estruendo resonante sacudió el aire, y Rezef, comenzó a irse, perdiéndose entre la penumbra del denso bosque. La tormenta se intensificaba, y los truenos resonaban en la distancia, las copas de los árboles en el bosque crujían con los choques de sus ramas, cientos de hojas cayendo como una lluvia, y el viento helado envolviendo a ese hombre lobo y su mate. Gael inhaló profundamente. ¡GRRAAAAHH! Con un rugido, exhaló su aliento helado. El agua fría comenzó a descender de las nubes
✧✧✧ Esa mañana, al sur del territorio de los hombres lobos. ✧✧✧ >>> Ingrid: El río susurraba suavemente a mi alrededor. El agua fluía lentamente, deslizándose entre rocas cubiertas de musgo, reflejando el verde vibrante de la naturaleza que lo rodeaba. Los árboles altos a ambos lados mostraban su antigüedad, con lianas y musgo que colgaban de sus troncos robustos. Yo estaba sentada sobre una roca resbaladiza, con los pies sumergidos en el agua fría. Con un recipiente mágico, recogía agua y la vertía sobre mi brazo, limpiando la herida que me atormentaba. Fruncí el ceño mientras el frío del agua me recorría. Mi cuerpo temblaba ligeramente y un vacío enorme se instalaba en mi pecho. Hazram había muerto. ¿Cómo pudo dejarme sola después de tantas décadas juntos? Lo sabía, estaba enfermo. Había estado sufriendo mucho desde que le implantamos la piel de dragón. Era demasiado para un simple lobo Alfa, uno que no tenía ningún don divino. Pero, ¿y ahora qué? Me levanté, aplicand
—¡Gael! ¡¿Por qué has traído a Lior?! —exclamó Connie al ver a su mate cargando a ese hermoso bebé albino. —No es prudente dejarlo tanto tiempo solo. Recuerda que tiene una pelicular manera de tratar a los que no le agradan… ¿Quieres que Mirza terminara congelada o el palacio destruido? —arqueó una ceja el Rey dragón, una sonrisita divertida, mientras sostenía a su hijo, que con sus ojos azules bien abiertos, lo miraba fijamente a él. Alfa Connor se quedó inmóvil, totalmente en shock. Un bebé. La cría de su hermana melliza y ese Rey dragón. Un bebé al que no había conocido tras estar peleado con Connie. Alfa Connor se levantó del sillón donde se encontraba sentado. Sin siquiera dudarlo, se acercó a Lior. —¿Es tu hijo, hermana? —preguntó inclinándose para ver al bebé más de cerca. Lo olfateó, un aroma fresco invadió sus pulmones, como si fuera un día invernal, con una mezcla de la esencia de los dragones del Clan Frostwind… No era un aroma que un Alfa como Connor disfru
Alfa Connie se quedó viendo a su esposo fijamente. Ella soltó un profundo suspiro y negó lentamente con su cabeza. —No es un juego, Connor. Estamos hablando de mi hermano… Está desaparecido… Una vez más. ¡Sé que Ingrid lo encontró! —exclamó Connie, sin poder evitar que la preocupación se notara en su rostro. La hembra, comenzó a caminar hacia una de las ventanas de la habitación, donde se podía apreciar una hermosa vista del jardín trasero de la mansión. ¿Cuántos recuerdos tenía en ese jardín?, con sus padres, con sus hermanos… Su infancia, su vida… ¡Una que se negaba a cambiar! —¡¿De qué va servir tanta magia, un don divino, y ganar a Hazram si Ingrid mata a mi hermanito?! —gritó ella, su voz ligeramente temblorosa. Sus ojos celestes se tornaron rojizos y las lágrimas se acumularon en ellos. Gael se acercó a ella. Deteniéndose a un solo paso de distancia. —Sé que esto no es un juego. Destruí todo el territorio de Colmillo Blanco, créeme. Jamás esas tierras volverán a servir
>>> Alfa Zefor: Salí de la cueva, sintiendo el aire fresco del atardecer en mi rostro. El bosque estaba sumido en la penumbra y las sombras alargadas de los árboles parecían moverse a mi alrededor. Mi cabello oscuro caía desordenadamente sobre mi frente mientras cerraba los ojos, concentrándome. Al abrirlos, una luz dorada me envolvió, mi don divino de protección activándose al instante. «Ahora que recuperamos fuerzas. Tenemos que ir a buscarla. Asesinarla.», me dijo mi lobo, Zik. Mientras avanzaba entre los árboles, mi mente estaba lejos de la calma del ambiente que me rodeaba. Pensaba en Ingrid, en la batalla que habíamos tenido. La imagen de su rostro, engreída, buscando acabar conmigo… Me irritaba. De repente, un movimiento entre las sombras llamó mi atención. Ingrid apareció, ni siquiera pude percibir su aroma, ¿la ocultó de alguna manera? Sus ojos brillaban con una intensidad peligrosa, y su aura púrpura mágica brillaba a su alrededor, proveniente del anillo en su
Alfa Zefor despertó con una sacudida en un lugar desconocido. Las sombras del bosque se movían a su alrededor mientras el crepúsculo rojo teñía el cielo. El aire era húmedo y un ligero escalofrío le recorrió de la cabeza a los pies, estando en su forma humana. "¿Dónde estoy?" Pensó, perplejo. Había caído en otra de las trampas de la hechicera Ingrid, como un ave atrapada en una jaula natural. Caminó entre los árboles, sintiendo la tierra blanda bajo las plantas de sus pies. El viento mecía las frondosas copas de los árboles, provocando un sonido escalofriante, y el canto lejano de criaturas nocturnas acompañaba la melodía de las ramas chocando. Alfa Zefor se detuvo, tratando de orientarse. La vegetación era densa, casi opresiva. Al avanzar y salir de la espesura natural hacia un claro, su mirada se posó en lo que parecían ser las ruinas de un antiguo edificio. Se acercó, sintiendo cómo el pulso de su corazón se aceleraba. Las piedras estaban cubiertas de musgo y enredader
El sol comenzaba a ocultarse tras las copas de los árboles, tiñendo el cielo de intensos matices anaranjados y morados. La Reina Alfa Carmesí, Alfa Connie, caminaba entre los árboles del bosque, su corazón palpitando con fuerza. A su lado, el Rey Dragón, sostenía a su bebé, sus ojitos azules exploraban los alrededores. —Gael, no puedo creer que traigas al bebé a un lugar tan peligroso. Te dije que lo dejaras en Luna Plateada —recalcó Connie, su voz llena de ansiedad mientras miraba a Lior, ajeno a la amenaza que los acechaba. Gael, imponente y sereno, mantuvo su mirada fija en el camino por delante. —Es por Lior que menos deberíamos preocuparnos, pequeña. Necesitamos encontrar a Zefor. ¿Es lo que importa, no? Alfa Connie frunció el ceño, llenándose de inquietud. —Pero, ¿y si algo le pasa? —susurró, sintiendo cómo el miedo la envolvía—. No podría soportar la idea de perderlo. ¡Te mataría a ti! —amenazó la hembra. Gael giró su cabeza y le sonrió, intentando calmarla.
La noche había caído, y con ella, una tormenta devastadora azotaba el bosque del Sur. —Curioso. No parecía que hoy llovería —susurró el brujo, Falco, escondido en una grieta de cueva, en una enorme montaña rocosa. Había intentado luchar contra Gael, pero la diferencia de fuerzas era abismal. Para alguien como él, que necesitaba concentrarse para lanzar hechizos malditos, reaccionar contra un ser que se movía con la rapidez del viento y utilizaba el agua en todas sus formas era casi imposible. Justo en ese momento, la lluvia comenzó a intensificarse. "Ingrid lo mencionó una vez. Este ser controla el clima con su magia a un nivel impresionante… Esta lluvia no es normal." Pensó el brujo, sintiendo cómo el miedo comenzaba a apoderarse de él. —No tengo más remedio. No puedo arriesgarme, aún tengo mucho por lo que vivir y… De repente, algo lo alertó. Uno de sus anillos brillaba intensamente, y otro, conectado a Ingrid, se convirtió en cenizas. "¡¿Murió?!" "No puede ser… ¿Ingrid e