—¡Gael! ¡¿Por qué has traído a Lior?! —exclamó Connie al ver a su mate cargando a ese hermoso bebé albino. —No es prudente dejarlo tanto tiempo solo. Recuerda que tiene una pelicular manera de tratar a los que no le agradan… ¿Quieres que Mirza terminara congelada o el palacio destruido? —arqueó una ceja el Rey dragón, una sonrisita divertida, mientras sostenía a su hijo, que con sus ojos azules bien abiertos, lo miraba fijamente a él. Alfa Connor se quedó inmóvil, totalmente en shock. Un bebé. La cría de su hermana melliza y ese Rey dragón. Un bebé al que no había conocido tras estar peleado con Connie. Alfa Connor se levantó del sillón donde se encontraba sentado. Sin siquiera dudarlo, se acercó a Lior. —¿Es tu hijo, hermana? —preguntó inclinándose para ver al bebé más de cerca. Lo olfateó, un aroma fresco invadió sus pulmones, como si fuera un día invernal, con una mezcla de la esencia de los dragones del Clan Frostwind… No era un aroma que un Alfa como Connor disfru
Alfa Connie se quedó viendo a su esposo fijamente. Ella soltó un profundo suspiro y negó lentamente con su cabeza. —No es un juego, Connor. Estamos hablando de mi hermano… Está desaparecido… Una vez más. ¡Sé que Ingrid lo encontró! —exclamó Connie, sin poder evitar que la preocupación se notara en su rostro. La hembra, comenzó a caminar hacia una de las ventanas de la habitación, donde se podía apreciar una hermosa vista del jardín trasero de la mansión. ¿Cuántos recuerdos tenía en ese jardín?, con sus padres, con sus hermanos… Su infancia, su vida… ¡Una que se negaba a cambiar! —¡¿De qué va servir tanta magia, un don divino, y ganar a Hazram si Ingrid mata a mi hermanito?! —gritó ella, su voz ligeramente temblorosa. Sus ojos celestes se tornaron rojizos y las lágrimas se acumularon en ellos. Gael se acercó a ella. Deteniéndose a un solo paso de distancia. —Sé que esto no es un juego. Destruí todo el territorio de Colmillo Blanco, créeme. Jamás esas tierras volverán a servir
>>> Alfa Zefor: Salí de la cueva, sintiendo el aire fresco del atardecer en mi rostro. El bosque estaba sumido en la penumbra y las sombras alargadas de los árboles parecían moverse a mi alrededor. Mi cabello oscuro caía desordenadamente sobre mi frente mientras cerraba los ojos, concentrándome. Al abrirlos, una luz dorada me envolvió, mi don divino de protección activándose al instante. «Ahora que recuperamos fuerzas. Tenemos que ir a buscarla. Asesinarla.», me dijo mi lobo, Zik. Mientras avanzaba entre los árboles, mi mente estaba lejos de la calma del ambiente que me rodeaba. Pensaba en Ingrid, en la batalla que habíamos tenido. La imagen de su rostro, engreída, buscando acabar conmigo… Me irritaba. De repente, un movimiento entre las sombras llamó mi atención. Ingrid apareció, ni siquiera pude percibir su aroma, ¿la ocultó de alguna manera? Sus ojos brillaban con una intensidad peligrosa, y su aura púrpura mágica brillaba a su alrededor, proveniente del anillo en su
Alfa Zefor despertó con una sacudida en un lugar desconocido. Las sombras del bosque se movían a su alrededor mientras el crepúsculo rojo teñía el cielo. El aire era húmedo y un ligero escalofrío le recorrió de la cabeza a los pies, estando en su forma humana. "¿Dónde estoy?" Pensó, perplejo. Había caído en otra de las trampas de la hechicera Ingrid, como un ave atrapada en una jaula natural. Caminó entre los árboles, sintiendo la tierra blanda bajo las plantas de sus pies. El viento mecía las frondosas copas de los árboles, provocando un sonido escalofriante, y el canto lejano de criaturas nocturnas acompañaba la melodía de las ramas chocando. Alfa Zefor se detuvo, tratando de orientarse. La vegetación era densa, casi opresiva. Al avanzar y salir de la espesura natural hacia un claro, su mirada se posó en lo que parecían ser las ruinas de un antiguo edificio. Se acercó, sintiendo cómo el pulso de su corazón se aceleraba. Las piedras estaban cubiertas de musgo y enredader
El sol comenzaba a ocultarse tras las copas de los árboles, tiñendo el cielo de intensos matices anaranjados y morados. La Reina Alfa Carmesí, Alfa Connie, caminaba entre los árboles del bosque, su corazón palpitando con fuerza. A su lado, el Rey Dragón, sostenía a su bebé, sus ojitos azules exploraban los alrededores. —Gael, no puedo creer que traigas al bebé a un lugar tan peligroso. Te dije que lo dejaras en Luna Plateada —recalcó Connie, su voz llena de ansiedad mientras miraba a Lior, ajeno a la amenaza que los acechaba. Gael, imponente y sereno, mantuvo su mirada fija en el camino por delante. —Es por Lior que menos deberíamos preocuparnos, pequeña. Necesitamos encontrar a Zefor. ¿Es lo que importa, no? Alfa Connie frunció el ceño, llenándose de inquietud. —Pero, ¿y si algo le pasa? —susurró, sintiendo cómo el miedo la envolvía—. No podría soportar la idea de perderlo. ¡Te mataría a ti! —amenazó la hembra. Gael giró su cabeza y le sonrió, intentando calmarla.
La noche había caído, y con ella, una tormenta devastadora azotaba el bosque del Sur. —Curioso. No parecía que hoy llovería —susurró el brujo, Falco, escondido en una grieta de cueva, en una enorme montaña rocosa. Había intentado luchar contra Gael, pero la diferencia de fuerzas era abismal. Para alguien como él, que necesitaba concentrarse para lanzar hechizos malditos, reaccionar contra un ser que se movía con la rapidez del viento y utilizaba el agua en todas sus formas era casi imposible. Justo en ese momento, la lluvia comenzó a intensificarse. "Ingrid lo mencionó una vez. Este ser controla el clima con su magia a un nivel impresionante… Esta lluvia no es normal." Pensó el brujo, sintiendo cómo el miedo comenzaba a apoderarse de él. —No tengo más remedio. No puedo arriesgarme, aún tengo mucho por lo que vivir y… De repente, algo lo alertó. Uno de sus anillos brillaba intensamente, y otro, conectado a Ingrid, se convirtió en cenizas. "¡¿Murió?!" "No puede ser… ¿Ingrid e
✧✧✧ Un mes más tarde. ✧✧✧ Los rayos dorados del atardecer envolvían la mansión de la manada "Noche Carmesí". En la amplia terraza, la Reina Alfa se acomodaba en una silla mecedora, sosteniendo al pequeño bebé albino en sus brazos. El viento acariciaba las copas de los frondosos árboles, creando un sonido reconfortante al crujir de sus ramas. El cabello largo y oscuro de Connie se movía suavemente al ritmo del aire, mientras ella tarareaba una canción de cuna, una melodía que su madre solía cantarle a ella y a su hermano mellizo, Connor. El niño balbuceaba feliz, jugando con un pequeño juguete mágico que su madre le había dado. Fue en ese instante, cuando ella vio descender del cielo anaranjado a una majestuosa ave blanca como la nieve. Sabía de inmediato de quién se trataba. El Rey dragón tomó su forma humana, luciendo sus vestiduras blancas. Se acercó a Connie, envuelto en un aroma refrescante que siempre la cautivaba. —Pensé que volverías más tarde —dijo ella, sonriendo co
Los pasos de la hembra resonaban en el largo pasillo de piedra. Bajo los rayos anaranjados del atardecer, su larga cabellera negra se movía al compás del viento. A unos metros frente a ella, la figura del Alfa de la Luna Plateada, de espaldas, contemplaba el lago. —¡CONNOR! —gritó la loba Alfa, sus ojos celestes llenos de lágrimas—. ¿Qué haces aquí y dónde están todos? —preguntó Connie, confundida, justo después de haber cruzado el portal de magia blanca. Alfa Connor se volvió hacia ella. Su expresión seria se transformó en una dulce sonrisa para su hermana melliza, pero esa sonrisa escondía una profunda tristeza. —Hablé con él —dijo, refiriéndose a Zefor—. He intentado convencerlo durante días, mamá también. Pero… fue inútil. Renunció a la alianza… Se irá, Connie. Abandonará su territorio y a todos nosotros… Se llevará a sus lobos, ni siquiera nos dijo sus planes o a dónde irá. ¡Tiene 19 años, es muy joven! ¡Se supone que él sería el nuevo líder de la alianza! Es más calificado q