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—¿A dónde vas? —preguntó Alfa Connie con una firmeza cortante. Sus ojos, rojos como la sangre, perforaban a Gael como dagas, dejando al descubierto la tormenta de furia contenida en esa Alfa. ¿Cómo no estar furiosa? Su esposo, ese ser con quien compartía un trato de apoyo mutuo, ahora se negaba a cumplir su parte, negándose a ayudarla a encontrar a su padre perdido… Un hecho que le dolía en el alma. —No voy a buscar a Rezef —recalcó Gael con una frialdad que helaba el aire. Se soltó de un tirón del agarre de Connie, dejando su muñeca libre. Ella bajó la mirada hacia su mano vacía, todavía sintiendo la brusquedad con la que él se había apartado. En su interior… Le dolió. Pero no podía permitirse quebrarse… No otra vez. Estaba harta de sus juegos, de las heridas que él le infligía sin siquiera darse cuenta. Ya no había tiempo para llorar. Había algo más importante, algo que ardía en su pecho como una llama inextinguible… ¡Tenía que encontrar a su padre! Cerrando los ojos, to
—Habla —pidió Connie—. No entiendo qué tratas de… —Maray. Una Alfa poderosa, tan deseada como temida, conocida por todos y con lazos con tribus y manadas. Pero había una en particular… Connie, sin darse cuenta, dejó que su atención se centrara por completo en él. Sus manos se aferraban al calor de su mate, cuyos brazos permanecían rodeándola. —¿Cuál…? —preguntó ella en un susurro, perdida en esos ojos violetas que parecían hipnotizarla. Todo lo demás desapareció: la pelea que había tenido con él, sus planes de seguir sola… Todo se esfumó en el calor de ese momento. Gael se inclinó hacia esa hembra, tan cerca que sus rostros quedaron a una mínima distancia. —Una pequeña tribu de lobos —continuó él—, una mezcla extraña de seres. Dicen que tienen un pacto con las hadas del bosque. Supe que el Alfa en esa época, poseía un don particular muy codiciado… el don de la curación, era además un médico… ¡Connie lo recordó! Esos recuerdos de su infancia volvieron de golpe a su mente.
—Hay… Hay que pensar dónde ocultarla… —susurró Connie apenas recuperando el aliento luego de ese beso, y tomando distancia de Gael. Él volvió a ver en dirección a Beta Korina. —Va a ser un poco problemático. No se sabe cuándo vaya a despertar y… —No quiero que despierte —admitió esa Reina Alfa interrumpiendo a su mate, a la vez que se cruzaba de brazos. Su expresión era gélida, una que sorprendió a Gael. —¿No?, pero… —Sé lo que debes estar pensando —dijo Connie acercándose hasta Korina—. No ví en los recuerdos que tomé de ella, que fuera una traidora, pero que no lo haya visto, no significa que sea inocente, quizá lo hice mal y no me concentré lo suficiente, además ella claramente intentó huir con la hechicera enemiga; pero si vuelvo a intentar usar mi don en ella… Probablemente morirá. —Mm… —Gael hizo un gesto pensativo, acercándose hacia la hembra rubia, seguidamente, cargándola en sus brazos—. Entonces, la llevaré a Frostwind. —¿Eh? —Connie abrió sus ojos de par en par
✧✧✧ En el salón de audiencias, dentro de la mansión de Luna Plateada. ✧✧✧ Alfa Connor, en su trono de madera tallada, observaba con sus penetrantes ojos grises a su bisabuela, la hechicera Zoraida, quien trazaba los últimos símbolos en el círculo de sangre que había dibujado en el suelo. Las farolas de pared en compañía de los elegantes candelabros iluminaban tenuemente el amplio salón. Tabitha, permanecía cerca de la hechicera, mientras Beta Arlen estaba de pie a mano derecha del Alfa, con los brazos cruzados y porte frío, observando en silencio la ceremonia. Zoraida se paró en medio del círculo y comenzó a recitar su hechizo extendió sus manos y se formó un círculo de magia que le iba mostrando las imágenes de territorios de los lobos a una velocidad impresionante y que solo ella podía observar. Un resplandor escarlata iluminó toda la habitación, justo cuando terminó el acto; con un suspiro profundo, dejó caer sus manos temblorosas. El círculo de sangre brilló tenuemente ant
Tabitha, miró fijamente a su hija, en ese instante, una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de esa hembra madura, y volvió a dirigir su mirada hacia el Alfa. Zoraida observaba con curiosidad desde su silla, mientras Beta Arlen asentía, aprobando la valentía de Blanca. Alfa Connor entrecerró los ojos, estudiándola. A medida que lo hacía, una sombra de duda comenzó a nublar su juicio. Un instante de incertidumbre lo invadió. Era una decisión arriesgada. Su Luna era muy joven y su falta de experiencia en estos asuntos podría costarle la vida. —¿Estás segura? —preguntó, sorprendido por su propia pregunta. Lo más sensato sería rechazarla y enviarla a descansar. Pero Blanca no titubeó, y al instante respondió: —Absolutamente, Alfa. Mi lugar está contigo y con la manada de Luna Plateada. Haré lo que sea necesario. Connor respiró profundamente, cerrando los ojos un momento, tratando de encontrar calma. ¡Era inútil! Su lobo, Sirius, reaccionaba con una intensidad salvaje ante l
—¿A dónde me llevas? —le pregunto Alfa Connie. Leo alzó una ceja, viendo con asco a esa hembra. —¿No escuchaste? ¿Acaso estás sorda, loba?, creí escuchar que tu especie tenía muy buen sentido auditivo~ —ese hombre-dragón soltó una sonrisa burlista. Connie frunció el ceño, con un rápido movimiento de su mano usó su magia y en segundos, quedó vestida. La hembra se puso de pie y se dirigió a pasos firmes a la salida. Pero… Había algo extraño en Leo, que llamaba poderosamente su atención, normalmente alguien que iba a llevarla a algún lado, debería caminar delante y guiar, sin embargo, ese ser castaño, simplemente iba detrás de ella. Habían caminado por varios minutos, y Connie desconocía el pasillo por el que ese ser la estaba llevando. Alfa Connie detuvo sus pasos y volvió a ver hacia atrás. Su mirada llena de sospecha y alerta, hizo cambiar el color de sus ojos a un intenso carmesí, mientras su loba, le pedía que fuera precavida. —¿Pasa algo? —le preguntó seriamente, L
¡POOOF! Un destello blanco iluminó la oscuridad en las profundidades del bosque colosal. El Rey Dragón emergió de un portal, con Mirza a su lado. La magia de la dragona era única, poderosa, un lazo invisible que conectaba su esencia con todos aquellos dragones a quienes alguna vez había sanado. Leo, claro está, era uno de ellos. —Es ahí, Gael —dijo Mirza con voz firme, señalando un punto en el horizonte. A simple vista, el lugar parecía un claro vacío en medio del bosque, pero Gael sintió de inmediato la vibración de la magia de Leo. Su ceño se endureció, sus ojos brillando con una ira que apenas podía contener. Sin dudarlo, el Rey Dragón avanzó en segundos. Sus manos se alzaron hacia la barrera invisible que protegía el túnel de Leo. ¡Y EN UN SOLO MOVIMIENTO… LA ROMPIÓ! ¡CRAAAANK! La barrera invisible estalló, enviando cientos de fragmentos de rocas volando por los aires. Por un instante, el caos reinó. Pero la magia blanca del Rey dragón cubrió a ambos, a
El aire se detuvo, cuando Gael permitió que su magia blanca y pura lo envuelva por completo. El cielo, como si respondiera a su llamado, se oscureció de inmediato. La lluvia cayó con una fuerza implacable, una tormenta que no era natural, sino provocada por su poder y magia de elemento. Connie alzó la vista. Era un espectáculo que no veía desde hacía mucho, desde que era solo una cachorra. Esa lluvia fría e implacable, le trajo recuerdos. Gael estaba desatando la verdadera naturaleza de su poder. "Es… hermoso" Pensó la loba, mientras la lluvia helada cubría su cuerpo pero no la mojaba, ya que el aura blanca de la magia de Gael la envolvía aún. Ella permanecía sentada en el césped, justo frente al árbol con el que había estado a punto de estrellarse. Y entonces, lo vio: el dragón blanco, majestuoso y aterrador, remontó vuelo hacia su enemigo, el dragón marrón. Leo no dudó. Con un rugido ensordecedor, fue contra Gael. Las garras de ambos destellaban con magia