Las Gorditas También se Enamoran
Las Gorditas También se Enamoran
Por: Marian.C.
1

AMBER.

Me mire al espejo mientras que acomodaba la camisa que había elegido para el comienzo de un nuevo ciclo escolar, estaba nerviosa y no lo iba a negar, no quería pisar el Pirates High School porque sabía lo que me esperaba, había intentado colocarle un pare a todo esto acusándolos frente al director, pero fue inútil, se zafaron del castigo y termine siendo golpeada por aquella manada de desadaptados que se burlan de mi por ser gordita.

Así es, soy gordita y no me da pena decirlo.

El primero que encabezaba aquel grupo es Adam Raymond, capital del equipo de futbol y mejor amigo de mi hermano, cabe recalcar que mi hermano no sabe nada con respecto al matoneo que me hace su "Gran hermano" así suele llamarlo y me duele porque no sabe la clase de persona toxica que tiene a su lado, nunca he tenido el valor para decirle todo, porque Jackson realmente lo quiere.

Ambos se conocieron cuando eran pequeños, mis padres y sus padres se volvieron socios y amigos, muchas veces Adam dormía en nuestra casa y en otra ocasión mi hermano en la de él. Antes no nos llevábamos mal incluso me prestaba sus juguetes para que fueran novios de mis Barbie. Todo cambio cuando ambos comenzamos la secundaria cuando conoció a Mandy y al resto del equipo de futbol, fue muy triste para mí, porque lo llegue a considerar también como un hermano. mejor sigamos.

Por segundo esta Mandy Satnd y es la novia de Adam y también porrista, muy cliché, lo sé. Mandy es igual de cruel que su novio y no le interesa a quien pisotea para llegar a la cima. Ella tiene un mono que la sigue a todos lados y le lame las suelas de los tacones y casualmente se llama Stan, Stan Webster. El chico esta tan enamorado de Mandy que haría lo que fuera por ella, pero él no ve que lo utiliza para su conveniencia.

— ¡Amber a desayunar! — el grito de mi madre me saca de mis pensamientos, sin importar como me veía tomo mi mochila junto con mi teléfono y bajo a desayunar.

— Buenos días familia. — me ubico junto a mi hermano y sonrió al ver mi desayuno favorito.

— ¿listos para el primer día de escuela y último año? — pregunta mi padre, para después llevarse un trozo de comida a la boca.

— Agradezco que sea el último. — comento. — saben que nunca me sentí cómoda en Pirates.

— Yo debo decir que es un año muy importante para mí, porque muchas universidades vendrán a vernos y espero ser uno de los afortunados. — habla mi hermano.

— ¿han pensado a que universidad piensan ir? — nuestra madre llega y se sienta junto a papá. Ambos se conocieron en la escuela y nuestro padre nos cuenta que fue amor a primera vista y desde ese momento supo que Grace Stalvot iba a ser su esposa, ahora tienen 20 años de casados y dos mellizos.

Si, Jackson y yo somos mellizos.

— No lo sé, todo depende de lo que sucede en todo este año. — responde mi hermano.

— ¿y tú Amber?

— Yo no dejo de pensar en la NYU, saben que me gusta todo el ambiente que transmite Nueva York.

— Aun no entiendo por qué. — hace una mueca Jackson. — esa universidad es muy aburrida.

— No es cierto.

— Bueno, no vayan a comenzar a discutir, vamos a desayunar como personas civilizadas. — interfiere nuestra madre ante una posible discusión.

— Antes de que se vayan a la escuela debemos recordarles que hoy saldremos de viaje, una de nuestras sedes está teniendo problemas y debemos estar presentes para arreglarlo. — informa Gerald Weys, nuestro padre.

Mis padres trabajan en la compañía familiar, fue fundada por Silvestre Weys en 1920 justamente cuando tenía 20 años, se dedicó a recoger todas las noticias que había en el pueblo para luego publicarlos en un gran tablero fuera de la casa de su madre y todas las mañanas había un tumulto de personas que iban pagaban y leían la noticia. Pronto paso al papel volviéndose uno de los mejores periódicos de todo a la redonda, llamado El diario universal. Pero no contento con ello también decidió sacar una revista con mucha más información de la cual poseía el periódico. Y por supuesto el legado paso de generación en generación.

A Jackson no le interesa nada acerca de este mundo, el solo se desvive por el futbol, de igual forma mis padres no lo presión para que siga con el legado familiar, más sin embargo yo adoro aquella empresa, cuando era pequeña me gustaba irme con papá al trabajo, veía las maquinas imprimir las hojas y por ultimo veía los periódicos y revistas impresas listas para salir al ruedo en las calles.

Luego de terminas de desayunar Jackson y yo emprendemos viaje a la prestigiosa escuela Pirates High School un lugar donde se respira un aire de paz, tranquilidad y estudiantes muy altruistas. Espero que se haya entendido el sarcasmo. Mi estadía en la escuela no ha sido la mejor, ni siquiera porque mi hermano es Jackson Weys, otro de los jugadores importantes del equipo de futbol, sé que eso no me salva de nada ya que Jackson no es la madre teresa de Calcuta, pero muchas veces se acercan a mí para llegar a él y cuando lo consiguen se convierten en verdugos.

— No podre llevarte de regreso a casa. — dice Jackson cuando nos bajamos del auto para ir directo a la entrada de la escuela.

— ¿Por qué? Que yo sepa hoy no tienes entrenamiento.

— Saldré con los chicos. — se encoje de hombros.

— Está bien, — coloco los ojos en blancos. — pero quiero decirte que no te ayudare en clases de mate.

— No me envíes a la horca Amber, sabes que necesito de tu ayuda.

— Recuperarme te costara mucho. — palmeo su espalda. Me quedo en mi casillero y Jackson se coloca al lado mío.

— ¿Qué quieres? Pídeme lo que sea y yo te lo daré.

— Sorpréndeme.

— No Amber, sabes que soy malísimo escogiendo regalos, ¿si me equivoco?

— De los errores se aprende querido hermanitos. — sonrió en grande.

— Hermanos Weys. — de inmediato mi cuerpo se tensa al saber quién se encontraba detrás de mí.

— Hermano. — ambos se saludan con un abrazo. — ¿Cómo les fue a ti y a Mandy en los Alpes?

— Ya sabes, un poco de esto, un poco de aquello. — responde con chulería, para luego posar su mirada en mí. — Amber.

— Adam. — asiento con mi cabeza. — ya debo ir a clase Jackson, ya sabes que me debes.

Me gustaba entrar a clases antes de que tocaran el timbre, quedarme en los pasillos sola sería un riesgo total para mi integridad. Entro al aula que me corresponde y me siento hasta atrás, ser notada no era mi principal objetivo. Abro mi libreta y comienzo a dibujar, este era mi método para salir del mundo toxico que me rodea, había leído que dibujar y colorear mándalas era muy liberador. Sentí como varias personas entraron al salón, pero no preste mucha atención.

— Pero miren a quien tenemos aquí. — un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, solo aclamaba porque el profesor llegara. — la a Willy. — aquella persona era Mandy Stand.

— Extrañaba esto. — escucho a Sant Webster. — ¿Tunos extrañaste Willy? — sus pasos se acercan hasta donde estoy. No digo nada por temor a recibir un golpe. — ¡Responde! — sus puños conectan al pupitre, sobresalto asustada.

— Me encanta verla así de asustada. — se carcajea Mandy. — a veces creo que soy alguna psicópata o algo, pero luego me doy cuenta de que es ella quien me cae mal y debe pagar por eso.

— Hagámosla sufrir un poco entonces. — Stan toma mi cabello y lo jala hacia atrás haciéndome gemir de dolor

— Ya déjala Stan ahí viene el profesor. — avisa otro de los secuaces de Mandy.

— Te salvaste por ahora. — se aleja de mi lado y respiro aliviada cuando veo al profesor de física entrar al salón.

Contengo las lágrimas e intento no demostrar el dolor que se estaba formando en mi garganta.

Solo me pregunto una y otra vez cuando pararan, porque ¿de qué les sirve hacerme esto? soy una persona al igual que ellos, tengo sentimientos y para ser real he aguantado mucho abuso por parte de estos animales. Gracias a ellos no tenía a ningún amigo ya que creían que si se juntaban conmigo recibirían el mismo trato.

Como se me había hecho costumbre me encontraba en la biblioteca a la hora del almuerzo, aquel lugar era el más solitario de la escuela y es que al estar dotada de todo equipo tecnológico la biblioteca paso a ser el lugar donde se va a dormir, en este pequeño rincón nadie me podía encontrar y por eso me gustaba. Muerdo un Sándwich que compre mientras que leo un libro.

— ¡Hola! — me sobresalto al ver a una chica de cabello corto en frente de mí.

— ¿Hola? — pregunto extrañada.

— No me digas que eres igual de estirada como las otras. — hace una mueca de fastidio.

— Eh... no, pero si quieres estar con mi hermano, mejor ve y háblale.

— ¿Quién carajos es tu hermano? ¿Chris Evans? Porque si es así estoy dispuesta a dejar de ser lesbiana, soy culpable. — levanta sus manos al aire, mientras que me carcajeo. — soy Rebeca Gutiérrez ¿tu?

— Amber Weys.

— ¿puedo sentarme contigo?

— Claro. Me hago a un lado para que pueda sentarse. Dime ¿eres nueva? Nunca te había visto por aquí.

— Si soy nueva, estoy aquí obligada por mi madre. — bufa. — se casó con un hombre rico y aquí me tienes, estudio con su hija.

— Que feo caso.

— Ni me lo digas, tengo que soportar sus tonterías de niña rica y eso me está volviendo loca, pero tu dime ¿Por qué quiero hablar con tu hermano?

— Lo siento, pero es que cuando alguna chica se me acerca sé que es para que las presente a mi hermano, se llama Jackson.

— Que mal que solo te hablen para eso, pero se nota a leguas que aquí todo lo hacen para recibir algo a cambio.

— No te lo negare, pero aquí todos son aparentadores, por lo menos hay varios que son becados, no tengo nada en contra de ellos, pero todo cambia cuando tú quieres ser algo que no eres, se endeudan simplemente para hacer parte de un grupo.

— Oye Amber, me caes bien, ¿quieres ser mi amiga?

— ¿no crees que es muy pronto? — una extraña sonrisa se va dibujando en mi rostro ya que era la primera vez que alguien me decía para ser su amiga.

— No eres como los otros y ya saben lo que dicen por ahí, ojo de loca no se equivoca y tu yo seres mejores amigas.

— Me gusta la idea. — asiento feliz.

— Y dime Amber ¿tienes más amigos? — comienza curiosear Rebeca.

— No. — bajo mi mirada. — como tú ya has dicho aquí todos son estirados y las amistades no suelen ser reales.

— Entonces... ¿soy tu primera amiga?

— Efectivamente.

— Debo decir que es un honor para mí ser tu nueva y primera amiga. — Me carcajeo.

— Y dime Rebeca ¿de dónde eres?

— Si es por mi apellido, mi padre es mexicano, pero yo nací y crecí en este lado del continente.

— Genial, me gustaría ir a México y probar todas sus comidas.

— La alcanzaras a comer todas entre diarreas, porque la comida es muy picante y te mandan al baño muy seguido. — esta vez mi risa si se vuelve muy ruidosa llevándome la desaprobación dela bibliotecaria.

— Son riesgos que hay que escoger.

— Yo me lo pensaría dos veces.

Rebeca y yo seguimos conociéndonos por un largo tiempo hasta que la campana del regreso a las aulas sonó, por causales del destino nos tocan varias clases juntas y esta era una de esas, antes de ir al salón pase por mi casillero para buscar un libro que necesitaba en clases, Rebeca se dirigió al salón para guardar nuestros asientos, pero creo que no llegare. Al final del pasillo se encontraba en Stan junto con Adam y Mandy.

Me doy media vuelta rápidamente y comienzo a apresurar mis pasos, miro por el rabillo del ojo y estos tres venían siguiéndome tranquilamente, era más que obvio que me están haciendo sufrir de la forma más lenta y dolorosa posible, ubico el baño de chicas y me adentro, sé que fue lo más estúpido que hice al dejarme acorralar de tal forma, pero es que la agonía ya me estaba matando y quería estar en un lugar seguro.

— Vamos Amber solo queremos hablar contigo. — dice Adam en un tono cantarín.

Decido esconderme en uno de los cubículos.

La puerta es azotada y cierro mis ojos con fuerza.

— Es muy estúpido que te escondas sabiendo que estas aquí. — la primera puerta del cubículo es azotada. Me siento en el retrete de tal forma que mis piernas quedaban apoyadas sobre la puerta.

— Esta chica hace mis días más felices. — aquella era la voz de Mandy. — bufón sal y hazme un show de esos que tanto me gustan.

— A veces creo que no tienes corazón. — Dice Sant.

— No lo tengo querido amigo, tenerlo me vuelve una persona vulnerable igual que ella.

— No te compares con Amber, tu eres mejor. — habla Adam. — vamos Amber, sabes que debes

La segunda puerta es estrellada.

Trato de controlar mi respiración, estaba un poco agitada y estaba muy pesada, así fácilmente me podrían encontrar.

— ¿alguna vez han pensado en lo que gastara ella en psicólogos? — dice Stan en un tono de burla.

— Ella no va al psicólogo. — responde Adam. — no tiene los ovarios para decirle tan siquiera a su hermano.

Muchas veces estuve a punto de confesarle todo a mi hermano, pero sentía que nunca me tomaría enserio y a veces creo que quiere más a Adam que a mí que soy su hermana.

La puerta del cubículo en el que estaba comenzó a forzarse.

Coloque casi todas mis fuerzas en las piernas para evitar que entraran, pero fue inútil.

— Así te quería agarrar — desde el cubículo el cubículo de al lado, Stan me tomo del cabello haciéndome gemir de dolor y perder mis fuerzas.

Soy lanzada afuera cayendo de boca al piso, el sabor metálico de la sangre no se hizo esperar y comenzó a brotar hasta llegar al piso, las lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas y miles de pensamientos llenos de rencor y odio invadieron mi mente, ellos tres de alguna manera tenían que pagar todos los daños que me habían provocado, han cometido miles de actos inmorales con los cuales fácilmente podrían ir a una correccional o la cárcel.

Recibo una patada en mi estómago, me volteo adolorida y mis ojos chocan con la intermitente luz del baño, Adam, Stand y Mandy aparecen en mi campo de visión rodeándome, comienzo a reírme como toda una maniaca sabiendo lo que se venía a continuación, la lluvia de golpes y de insultos no tardaron en llegar y yo simplemente me deje llevar, el sufrimiento por fin iba acabar y ellos recibirían su merecido, confiaba en que la justicia divina haría su trabajo como es debido y ellos no se salvaran.

El chirrido de la puerta abriéndose detuvo los golpes.

— ¡Oigan deténganse! — era la voz de la nueva, Rebeca, la que hace unos minutos quiso ser mi amiga.

— Lárgate de aquí esto no te compete. — escupió Mandy.

— Y yo he dicho que se detengan.

— Creo que otra persona se quiere unir a Willy. — si me pidieran que describiera como es la personalidad de Stan definitivamente diría que es como la del Joker, todo para él es un juego sádico que necesita realizar sin importar cuántas vidas se lleve por delante y se necesita un Batman que lo detenga.

— Pruébame y terminaras peor. — escupe Rebeca.

— Yo tengo una pregunta. — habla por fin Adam. — ¿Quién eres tú? Porque nunca te habíamos visto por aquí.

— Creo que es la hermanastra de Miranda. — responde Mandy. — sí, es ella, su madre se robó el padre de Miranda, de seguro lo quiere desfalcar.

— A la única que quiero desfalcar es a ti, pero de toda esa cabellera rubia.

— Atrévete a tocarle un cabello a Mandy y te aseguro que lloverá toda mi furia en ti. — escupe con furia el perro faldero de la rubia.

— A ver déjenme ve si entendí. — Rebeca se carcajea un poco. — a ti te gusta ella. — señala primero a Stan y luego a Mandy. — ¿y tú que papel juegas? — le pregunta esta vez a Adam.

— Soy el novio de ella y estas completamente equivocado en lo que dices.

— ¡Ay amigo por favor! date cuenta de lo que tienes en frente de ti, porque pronto las hormigas se te comerán el pan. — la Sorna en el tono de voz de Rebeca me hizo sonreír un poco, aunque fue doloroso.

— Hija de pe... —Mandy intenta abalanzarse sobre ella, pero Adam la detiene.

— Déjala que se salga con la suya, solo por hoy.

— ¿y qué haremos con Willy? — pregunta Stan.

— Déjala que se vaya también. — Adam se acerca a Rebeca y choca parte de su brazo con su hombro y seguido de él su novia y el perro faldero.

— Amber, por Dios. — Rebeca se acerca al cubículo donde había papel de baño y luego se acerca a mí para limpiar la sangre. — ¿quieres son ellos?

— Tres seres sin sentimiento ni remordimiento. — intento levantarme del suelo, pero se me hizo imposible gracias a los múltiples golpes.

— Tranquila, cálmate un poco no te esfuerces, tu quédate aquí mientras voy por la enfermera.

— ¡No! — la tomo del brazo. — no va hacer nada por mí.

— ¿Por qué dices eso? Está en su labor salvaguardar tu vida, ¿Qué tal si tienes un hueso roto?

— No lo tengo Rebeca, créeme, estuviera gritando de dolor si así fuera. — sonrió a labios cerrados para tranquilizarla. — eh...— rasco mi nuca. — si quieres te puedes ir, no quiero que te suceda nada por mi culpa.

— ¿Qué m****a estas diciendo Amber? Claro que no me voy a ir, esos estúpidos pueden regresar y seguir lastimándote. — se sienta a mi lado. — y si se les ocurre volver acercarse a ti los golpeare, se taekwondo.

— Pero...

— Nada de peros. — me interrumpe. — no puedo dejarte aquí.

— Gracias. — mis ojos se empapan de inmediato. Rebeca en un acto de cariño me abrazo y comienzo a desahogarme.

Necesitaba realmente una amiga y Rebeca había llegada como caída del cielo.

Re-escrita

23/08/2021

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