La decisión

Capítulo 4

Aún estaba en shock por la reciente noticia, un sin fin de cosas se metieron a mi cabeza, es que no se podía tener tan mala suerte en la vida. Podría oír a mamá reclamarle a Emiliano, que obviamente no tenía la culpa, fui yo quien le pidió marcharse, pero jamás pensé que esa decisión lo cambiaría todo. Quizás él hubiera preguntado para asegurarse de que llamaban a la Spencer correcta, y entonces supe que había metido la pata hasta al fondo, y de qué manera. 

—¡¿Cómo rayos dejas a Berenice sola?! ¡¿Cómo, Emiliano?! Esto es horrible, mi hija no puede tener a ese bebé, y ese hombre insiste que le demos una respuesta mañana a primera hora, ¿qué crees que le vamos a decir? Porque nos dijo claramente que tiene el poder sobre nosotros, una familia pobre que no podría defenderse, aunque quisiéramos —enumeró mamá todas y cada una de sus razones, y su esposo aún trataba de procesar todo aquello. Yo lo entendía porque nunca imaginó verse envuelto en semejante problema.

—Rebeca, considero que podemos solucionar esto, ¿y si nos vamos del país? Él no nos encontrará y luego veremos que hacemos con la situación de Berenice, ella puede no tener al bebé —quiso dar una solución simple, pero mamá entró en colapso. 

—¡¿Qué?! Te has vuelto loco, mi hija no se someterá a un aborto, es peligroso —espetó 

—¿Entonces, que tenga Al bebé? —preguntó desconcertado—. También puede ser riesgoso, ella solo tiene 15 años —recordó intranquilo 

—Lo sé, pero por donde veamos esta situación es riesgosa, y pensar en huir es algo que no podemos considerar, ese hombre es muy poderoso, Emiliano, a la mínima sospecha, seguramente nos manda derechito a la cárcel, no quiero que me alejen de mis hijos —pugnó mi madre entre lágrimas, se tapó el rostro y dejó caer en el sofá, Emiliano se sentó a su lado poniendo la mano en su espalda para tratar de consolarla, pues ella estaba hecha un manojo de nervios. 

En cuanto a mí, tuve sentimientos encontrados, en definitiva no estaba preparada para ser madre, pero también pensé en todas las opciones que propuso ese tal Maximilian, un contrato de dinero el cual nos podía beneficiar a todos y el niño se lo llevaría con él, asunto resuelto, yo podría seguir mis estudios y todos felices, era como un canjear algo, solamente que en ese caso se trataba de un bebé y el riesgo de morir al momento de dar a luz.

《Solo tengo 15 años, no debería estar pensando en esto》

Reflexioné llena de congoja. 

—Tranquila, Rebeca, todo estará bien, dejemos consultar con la almohada y mañana tendremos una respuesta para ese hombre —aconsejó Emiliano a mi madre, quien lo abrazo llorando en su hombro. 

Yo fui a mi habitación escondiéndome para no ser descubierta husmeando, cuando me decidí recostar en mi cama, rompí a llorar, dejé las lágrimas humedecer la almohada porque el miedo me dominó, no tenía idea de lo que iba a suceder y ni siquiera podía tomar una decisión porque mi madre ya lo haría por mí, ella me quitó la oportunidad de opinar algo porque a fin de cuentas era mi cuerpo, se suponía era yo quien debía decir si estaba de acuerdo con tenerlo, o escapar hasta Italia y esconderme de aquel hombre odioso y egocéntrico que solamente por tener mucho dinero nos tenía en sus manos. 

De eso se trataba todo el tiempo, aquellas personas que poseían dinero y posición, tenían el mundo en la palma de la mano, y los que no teníamos esa dicha, debíamos estar a su merced. 

—Es injusto —declaré entre lágrimas golpeando el colchón. 

La vida siempre podía ser injusta con los menos afortunados, y en ese caso yo me encontraba entre la espada y la pared, Maximilian Relish estaba en control destruyendo mi futuro como un terrible terremoto magnitud 9.5 en la escala richter.

Aun cuando seguía llorando, escuché mi teléfono sonar y al contemplar la pantalla, me percaté de que se trataba de Clara, sabía bien, ella tendría un cuestionario entero sobre por qué me fui de la escuela, sin embargo, para ese instante no tendría explicaciones suficientes, por lo tanto, apagué mi celular volviendo a recostarme. 

¿Cómo pueden ocurrir cosas así? ¿Acaso llegué a hacer algo tan malo en la vida, para que ese mal volviera como un boomerang? Hice muchas preguntas, y de ninguna obtuve respuesta, porque cuando algo tan excesivamente desastroso como eso, le pasaba a una chica de mi edad, era por cometer errores, sin embargo, yo intenté hasta el cansancio hacer las cosas bien.

Quemé mis pestañas estudiando todas las noches para sacar una estúpida calificación buena, organicé todo en lo cual se refería a mi futuro, yo iría a Yale, me graduaría en administración y ayudaría a mamá para que viviera mejor, ¿cómo es que algo así iba a sucederme arruinando todos esos planes?

Seguí llorando mientras abrazaba mi otra almohada, de pronto la puerta se abrió y agradecí que la luz estuviera apagada, no deseaba que Diamond me viera así de mal, él se recostó a mi lado y le hice más espacio para poderlo meter debajo de la cobija.

—Bede, mami llora —murmuró y sentí una filosa espada atravesarme el pecho—. ¿Por qué llora? —cuestionó triste. Yo no podía responder a esa pregunta, porque me hallaban en la misma posición, estaba hecha un desastre.

—Tranquilo, ella estará bien —consolé al pequeño, lo rodeé con mis brazos apretándolo y dormimos hasta el día siguiente. La alarma sonó a las 6: 00 am y la apagué enseguida para no despertar a Diamond. 

Como pude me moví cuidadosamente, lo observé rendido chupando su dedo pulgar y sonreí con los labios cerrados. 

—Pequeño Diamond, te quiero tanto —susurré y antes de salir me lavé la cara y loa dientes, cuando llegue al pasillo, escuche otra vez a mamá y Emiliano hablar sobre ese asunto y permanecí quieta escuchando cada una de sus palabras. 

—Es que puede ser peligroso —dijo mamá 

—Lo sé, pero no queda de otra, si no quieres que tu hija tenga ese bebé, debemos huir cuanto antes —recomendó él y antes de que siguieran hablando salí de mi escondite decidida a enfrentarlos. 

—No, mamá, no vamos a huir, yo quiero firmar ese contrato, tendré a ese bebé para ese hombre millonario y recibiremos ese dinero, seguramente será suficiente para vivir nuestras vidas tranquilas y eso únicamente pasará si tengo al niño —manifesté totalmente decidida, porque sabía bien que a pesar de existir riesgo, también necesitábamos ese dinero, había que pensar en Diamond y cuando él fuera a la universidad, también en nuestra familia, yo no soportaba un segundo más en esa situación tan deplorable, a veces con mucho esfuerzo llegábamos a fin de mes con un poco de dinero para comer. 

Y aceptar los términos de Maximilian, podía darnos una oportunidad para salir adelante. 

—Berenice Atanais Spencer, mantén tu boca cerrada, no sabes ni siquiera lo que dices, ¿no sabes los riesgos que eso representa? Aun eres una niña, podrías morir si lo tienes —mencionó con seriedad 

—Prefiero morir qué seguir en esta miseria —contesté alterada, mamá avanzó y al estar frente a mí, me dio una buena bofetada. 

—Esta miseria que llamas, es el esfuerzo de tu madre y Emiliano, ¿por qué eres tan malagradecida? —cuestionó con loa ojos cristalizados, yo la miré conteniendo las lágrimas mientras mi mano derecha se situaba en la mejilla agredida. 

—Esto no es una familia, y no pienso echar esta oportunidad a la basura —brame yendo a mi habitación, azote la puerta olvidando que Diamond seguía durmiendo, por fortuna tenía un sueño bastante pesado y no se inmutó. 

Caminé de un lado, otro llena de histeria, y solo dejé de pensar tanto, tomé mi bolso de la escuela con el poco dinero que tenía de ahorros por las mesadas que recibía, me cambié de ropa y luego a hurtadillas me escurrí hasta la habitación de mamá y Emiliano, rebusque entre sus cosas encontrando la tarjeta con el teléfono de Maximilian, luego volví a salir escapando por la puerta trasera de nuestra pequeña casita, sin ser descubierta. 

Tomé la tarjeta entre mis manos y luego mi celular, antes de hacerlo respiré hondo y decidí continuar con ese descabellado plan. Presione cada número y por último al botón verde, sonó una vez, luego otra y contestó. 

—Buen día, Maximilian Relish, en qué puedo servirle —dijo con aquella voz amablemente falsa. Yo sabía, como era, un patán egocéntrico que desconocía la palabra modales. 

—Buen día, señor Maximilian, soy Berenice Spencer, tengo una respuesta para su propuesta —anuncié finalmente. Eso quería decir que yo pasaba por encima de la autoridad de mi madre, no obstante mi decisión estaba tomada. 

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