Capítulo84
Pensé para mis adentros que, por grandes que fueran mis ojos, no se comparaban para nada con el tamaño de sus pechos.

A simple vista, calculé que debía tener una talla D.

Nunca antes había visto unos senos tan grandes y provocativos, ¿cómo no iba a abrir los ojos para mirarlos bien?

Además, fue ella quien salió sin ropa, así que, ¿por qué no iba a mirar?

Claro, todo esto solo lo pensaba en mi mente; jamás me atrevería a decirlo en un tono de voz alta.

—Óscar, pídele disculpas a la hermana Paula, — dijo Luna.

Rápidamente respondí: —Paula, lo siento mucho, no fue mi intención.

Paula permaneció en completo silencio.

Luna, con su habitual sonrisa, añadió: —Paula, Óscar tiene unas manos mágicas para los masajes. ¿Por qué no dejas que te haga uno?

—¡No, gracias!

—¡Anda, inténtalo! Siempre te quejas del dolor en los hombros, a ver si él puede aliviarte un poco.

Sin esperar respuesta, Luna empujó a Paula para que se sentara en el sofá.

Luego, me indicó que fuera a darle un masaje.

Obediente,
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