—¿De verdad viniste hasta aquí solo para jugar conmigo? No pude evitar preguntarme cómo era posible algo así.

Viviana me respondió con una sonrisa traviesa: —¿No puedo?

En ese momento, desde afuera, se escuchó una voz muy encantadora.

Viviana reaccionó rápidamente, respondiendo con calma: —¡Aquí estoy!

Al cabo de un rato, vi a una mujer que entraba, vistiendo un vestido largo blanco de flores.

El estilo era muy similar al de Viviana, pero este vestido le quedaba mucho mejor a la mujer que acababa de entrar.

Porque la mujer que estaba frente a mí reflejaba una elegancia natural, su presencia tenía un aire de familia distinguida y adinerada, como si fuera la hija de una gran familia de la antigua realeza.

Me quedé completamente sorprendido, pensando que no podía ser que aún existieran mujeres que emitieran esa brisa tan refinada.

La primera vez que la vi, me pareció como una presentadora de televisión nacional: digna, elegante, con una gran superioridad, ¡y una atmósfera de conocimiento