Cap. 32

Leo corrió y llegó a las lejanías de la aldea, gritando a todo pulmón por las pruebas que le estaba presentando la vida cayendo de rodillas al suelo, derramando lágrimas porque no podía elegir entre la vida de ambas; ya que una era su madre y la otra su mate destinado para toda la vida. Se devolvió para la ciudad, dirigiéndose hacia el hotel sin que nadie lo siguiera por precaución a que quisieran tomar la decisión por sí mismo; sabiendo exactamente cuál era la respuesta. Cuando llegó a la habitación, se dio cuenta que allí se encontraba Laura dormida, destapada y con moretones por los daños que le había causado, se estaba dando cuenta del caníbal que se había convertido entendiendo que no sería el orgullo de nadie de su familia.

— ¿Vienes a darme otra dosis de amor? — Pregunto abriendo los ojos dejando ver la ternura que todavía se conservaba en su mirada —, Es extraño, debería de odiarte, pero aquí me tienes amándote, no me iría ni, aunque estuviera desatada.

— ¿Por qué me mientes?
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