Capítulo182
Viendo a los dos con emociones aún más extrañas que la mañana anterior, la señora Fernández no pudo contenerse y le preguntó muy curiosa:

—Lucía, ¿qué te pasa?

Lucía se detuvo por un momento y luego negó con la cabeza.

—Nada en lo absoluto, mamá.

Una vez dicho esto, ella tomó su desayuno y bajó la cabeza para evitar la mirada inquisidora de la anciana.

Después del desayuno, Lucía se quedó en el cuarto durante mucho tiempo. Pensó que Jorge ya se había ido, pero al salir de la mansión, se encontró con él apoyado descuidadamente junto a la puerta del coche, con una expresión de gran impaciencia en el rostro.

Sin pensarlo dos veces, Lucía se agachó intentando deslizarse antes de que él la notara.

—¿A dónde vas? ¿No vas a subir al coche? —le habló Jorge con calma, pero su tono tenía una autoridad implícita que hizo que Lucía optara en ese momento por rendirse, y finalmente subió resignada al coche de Jorge.

Después de que Jorge subió al coche, primero miró su reloj y luego dedicó parte de
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