Capítulo 12: Divorciamonos
—¡Osito! ¡Suéltalo, Osito!

Grité con dolor, abrazando con fuerza a Osito. Al oír mi voz, este aflojó la presa, pero le seguía gruñendo a Daniel.

—Dani, Dani, estás sangrando —dijo Sofía con preocupación, abrazándolo.

Pude ver que tenía heridas en el brazo, Osito lo había atacado con toda su fuerza. Cuando Daniel me miró, Osito volvió a abalanzarse, logró sujetarlo.

—Sofía, vámonos —dijo Daniel, mirándome fijamente, y se marchó abrazado a ella.

Cuando desaparecieron en el ascensor, me desplomé en el suelo, agotada. La herida de la operación se había abierto y manchaba de rojo mi camisa. La vecina estaba muy nerviosa y se arrodilló junto a mí.

—¿Estás bien? ¿Por qué hay tanta sangre? No te preocupes, voy a llamar a la ambulancia.

Osito gemía y me empujaba con la cabeza.

Con esfuerzo, le acaricié: —Mamá está bien, Osito, no tengas miedo, estoy bien.

Sus grandes ojos reflejaban mi pálido rostro y en ese momento sentí que podía morir. Cuando me llevaron al hospital, el médico acudió rápida
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