CID

Mantengo la cabeza agachada mientras escucho como mi madre habla sobre las nuevas cortinas que va a comprar para la casa. Es ridículo que cambiemos de corrinas una vez al mes, es como un chiste. Mamá es una mujer demasiado elegante, codiciosa y quisquillosa, pero a veces demasiado alable o demasiado grosera, todo depende de como le caigas.

—Hay unos tonos perfectos... un verde olivo perfecto que me enamoró cuando lo vi.— Explica contenta, de hecho ha dejado hasta de comer para poder hablar de las telas y las texturas que quiere para las ventanas. —Nos vamos a gastar... yo calculo que... dos mil dólares por las cinco ventanas de la primera planta.

—¿Estas bromeando mujer?— la pregunta de papá esconde buen humor. Papá no es mal viejo, tiene un buen sentido del humor, pero cuando son temas de la manada, es demasiado estricto.

–No e s una broma, cariño. Somos una familia elegante, no deberíamos de tener cortinas aburridas, déjame, que yo me encargo.— Con eso mamá finaliza la platica s