Después de decir esto, cerró los ojos. No quería volver a verlo nunca más. Andrés permaneció en la habitación, sintiendo como si miles de agujas se clavaran en su corazón, un dolor tan agudo que hasta respirar le costaba. Pero ella todavía estaba en periodo de recuperación y no quería alterarla. Miró su rostro pálido una última vez antes de marcharse.*Al mediodía, después de que Julia terminó de comer, Diego salió a tramitar el alta hospitalaria.Solo faltaba el último ultrasonido antes de poder irse. Pero Julia esperó mucho tiempo y Diego no regresaba. No podía ir sola al área de ultrasonido.Viendo que ya casi eran las once, Julia decidió salir a buscar a su padre.—Papá —llamó por el pasillo.Al pasar por la estación de enfermeras, una le dijo:—Señorita Gómez, creo que su padre está en la entrada de la escalera.—¿Qué está haciendo allí?—No estoy segura. Había una mujer joven con él, los vi conversando cuando subí.¿Una mujer joven?Julia se quedó intrigada. La enfermera ofreció
—¡No! ¡No fui yo...! —Cristina salió corriendo de entre la multitud, llorando y aparentando vulnerabilidad.Julia, al ver su rostro, recordó súbitamente la expresión que tenía cuando hablaba con su padre: una mirada fría, nada parecida a esta fragilidad que ahora fingía. Se levantó con esfuerzo y se abalanzó sobre Cristina, agarrándola por el cuello.—Cristina, ¿qué le hiciste a mi padre? ¿Por qué se cayó por las escaleras? Tú lo empujaste, ¿verdad?—No, ni siquiera lo toqué. ¡Tuvo un ataque y se cayó solo! —Cristina negaba con la cabeza.—¡Imposible! Mi padre ha estado muy saludable últimamente, ¿cómo va a enfermarse así de repente? ¿Por qué me pidió que no buscara venganza? ¿Qué fue lo que hiciste?Andrés se estremeció, pareciendo comprender lo que Cristina le había dicho a Diego. Dio un paso adelante y le dio una bofetada a Cristina, sus ojos oscurecidos por una amenazante sombra. Cristina cayó al suelo, con la marca roja de cinco dedos en su mejilla. Pareció quedar en shock y despu
Cristina se vio forzada a levantar la mirada hacia Andrés.—Con lágrimas en los ojos y un aire vulnerable, susurró: Tu padre fue muy bueno conmigo, y por él daré lo mejor de mí. Además, no quiero verte sufrir más, hermano. Deberías buscar otra mujer, alguien de buena familia. Hay muchas que te aman y merecen tu amor, no deberías estar con ella...—¿Hablas de ti misma? —Andrés soltó una risa sarcástica.Cristina tembló, mientras en sus ojos se reflejaba un amor tierno y obsesivo. —Sí, hermano, me gustas. Deberíamos estar juntos, seré una buena esposa... Su mano se deslizó lentamente hacia el rostro de Andrés.Pero él la apartó con desprecio y le dijo fríamente: —Nunca me has gustado, y nunca me gustarás.Cristina se estremeció, sus ojos se llenaron de tristeza y melancolía.En ese momento, la puerta se abrió. Un hombre apuesto entró y, al ver a Andrés sujetando a Cristina, su expresión cambió. Se apresuró hacia ellos, demandando: —¿Qué estás haciendo? ¡Suelta a Cristina ahora mismo!—Dy
Andrés se acercó para abrazarla, sintiendo claramente cómo temblaba su cuerpo.—¿Dónde está Cristina? —preguntó Julia con voz ronca.—Julia —Andrés le acarició el cabello—. Ya revisamos las cámaras de seguridad. Ella no tocó a tu padre, él se cayó solo.—¡No! —Julia se negó a creerlo, alzando su rostro aún húmedo por las lágrimas—. Antes de que mi padre cayera, Cristina debió decirle algo. Por eso me pidió que no buscara venganza. ¿Qué le dijo ella?Andrés se tensó ligeramente y respondió en voz baja: —No lo sé, no se escucha en las grabaciones. No se atrevía a revelar la verdad. Si lo hacía, ellos ya no tendrían ninguna posibilidad...El pánico en su corazón superaba todo lo demás. No se atrevía ni a pensarlo ni a decirlo, solo murmuró suavemente: —Tu padre superará esto. Si pudo despertar la última vez, también podrá hacerlo ahora.—¡Qué fácil es decirlo!Julia se apartó repentinamente de Andrés como una loca. Sentía que él solo estaba protegiendo a Cristina, negándose a tomar medida
Al día siguiente. Julia despertó con una extraña calma.Andrés abrió la puerta y, al verla cambiándose de ropa, se apresuró a detenerla. —¿Por qué te has puesto ropa de calle? ¿A dónde piensas ir?Ella se volteó, como si hubiera dejado atrás todas sus emociones negativas, mostrándose extremadamente serena. —Ya llevo más de diez días hospitalizada, puedo darme de alta.Andrés no sabía por qué, pero sentía algo extraño en ella. La observó con atención.Su largo cabello negro era de un color puro e intenso. De pie, con su rostro blanco como la nieve, permanecía inexpresiva, como si le hubieran arrebatado todas sus emociones.—Julia, ¿qué estás pensando? —Andrés se dio cuenta de que ya no podía leerla.Julia alzó la mirada, observándolo con indiferencia. —Nada en particular, solo que ya estoy mejor y no quiero seguir en el hospital.—Tu padre sigue aquí —le recordó Andrés.La mención de su padre casi provocó una reacción en Julia. Quería gritarle que no tenía derecho a llamar "suegro" a su
Así que él se había dado cuenta de que no dormía.—Estaba pensando si podría ir a trabajar mañana —respondió Julia con indiferencia.—¿Solo pensabas en eso?—Sí. La vida es muy monótona. Quiero volver al estudio, mantenerme ocupada para no pensar tanto en cosas dolorosas —mencionó deliberadamente, recordándole su sufrimiento.Los ojos de Andrés mostraron culpa mientras le acariciaba la cabeza. —Bien, si quieres trabajar, ve. Pero acabas de tener un aborto, no trabajes demasiado.—Solo fue un aborto. Diez días de descanso son más que suficientes —el tono de Julia era plano, sin emoción.Andrés, recordando al bebé perdido, la abrazó repentinamente con fuerza. Julia se sintió incómoda, encogiéndose sobre sí misma, como un cuerpo sin alma en la oscuridad.Al día siguiente. Julia escuchó el suave roce de la ropa. Sabía que Andrés se había despertado. Él se vestía junto a la cama mientras ella permanecía de espaldas.Momentos después, él se inclinó para mirar su rostro pálido. —Julia, ¿estás
—Señorita Gómez, la tenemos en el barco. ¿Dónde está usted? Iremos a recogerla —preguntó el guardaespaldas.—Vengan a la puerta trasera de Estrella y Belleza, nos encontraremos allí —Julia estaba siendo vigilada por Felipe, quien se encargaba de llevarla y traerla del trabajo. Si salía por la puerta principal, sin duda Felipe la descubriría.Así que se cambió de ropa y bajó por la ventana trasera.Por suerte, el estudio estaba en el tercer piso y no fue tan difícil descender. Al tocar el suelo con sus zapatillas deportivas, sintió una punzada en el vientre; las secuelas del aborto aún no se habían recuperado por completo.Sujetándose el vientre y con una mascarilla negra, corrió hasta subir al auto de los guardaespaldas de Daniel. Eran cuatro hombres corpulentos los que Daniel había enviado. La llevaron al barco, donde Cristina ya estaba atada como un fardo y tirada en la cubierta.Julia la miró con sus ojos negros y profundos. Al ver su rostro, Cristina abandonó su habitual aire frági
Ella seguía riendo.Julia la agarró del cuello de la ropa. —Cristina, ¿qué le dijiste exactamente a mi padre ese día? ¿Vas a hablar o no?—No lo diré —Cristina sonrió con sangre en la comisura de los labios.—Bien, si no hablas, ¡te mataré! —Julia había perdido el control, consumida por un odio salvaje.La arrastró hasta la barandilla y le empujó la cabeza hacia abajo. —¿Vas a hablar?Las pupilas de Cristina temblaron de miedo y su voz se quebró: —Julia, el asesinato te llevará a prisión. Si me matas, tu vida se acabará.—¿Vas a hablar o no? —Julia, con los ojos enrojecidos, estaba a punto de empujarla.Cristina, con las piernas temblorosas, gritó: —¡Hablaré! ¡Hablaré! ¡Suéltame...!Julia la subió y la miró fríamente. —¡Habla!Justo cuando Cristina, aterrorizada, iba a hablar, una voz severa resonó a lo lejos: —¡Cristina!Julia se giró y vio a un joven que subía al barco con decenas de policías. Era Dylan, el actual novio de Cristina.Lo primero que hizo fue ordenar a todos los policía