—Entiendo, hermano. Soy una inútil, ¿verdad? Tener esta extraña enfermedad y ser una carga para ti y Julia...—dijo Cristina cada vez más triste, con lágrimas cayendo.Andrés, algo incómodo, le dio un pañuelo y la consoló:—No es tu culpa. Nadie quiere enfermarse, no pienses demasiado en ello.—Sí—asintió Cristina con aire lastimero. —Hermano, ¿no me abandonarás, verdad?—No lo haré.Julia bajó las escaleras y escuchó la conversación. Vio la escena: en la luz de la mañana, el hombre alto y apuesto, la mujer frágil e inocente suplicándole que no la abandonara, y él prometiéndoselo. El corazón de Julia se enfrió. No quería molestarse, pero se sentía abatida. Perdió el apetito y se preparó para ir al trabajo.—Julia—la llamó Andrés al verla en la puerta poniéndose los zapatos.Julia se volteó. Cristina se escondió detrás de Andrés y la saludó tímidamente:—¡Julia!Con rostro inexpresivo, Julia dijo:—Me voy a trabajar, sigan conversando.—Aún no has desayunado. Come algo antes de irte—dijo
Andrés le mordió los labios con fuerza, como si quisiera desahogarse y castigarla.—¡Suéltame!—gritó Julia, sintiéndose muy herida y forcejeando con todas sus fuerzas.¿Con qué derecho la castigaba por su mal humor?¿Qué había hecho ella mal?¡En este asunto, el equivocado era Andrés!Llena de furia, Julia lo empujó con fuerza, pero él le sujetó ambas manos y se las puso detrás de la espalda.Obligada a arquearse, Julia sintió cómo Andrés la besaba de nuevo, dominando todas sus palabras.Julia estaba furiosa. Al no poder empujarlo, comenzó a patearlo y golpearlo como un animalito acorralado.Pero la diferencia de fuerza entre hombre y mujer era evidente. Incapaz de liberarse y llena de rabia y dolor, ¡Julia le mordió la lengua!Andrés la soltó por el dolor, con un hilo de sangre en la comisura de los labios.Julia lo miró con odio y exclamó sin pensar:—¡Andrés, eres un loco, un pervertido! ¡Te odio!—¿Qué dijiste? ¿Me odias?—Sí, te odio. ¡Desearía que desaparecieras ahora mismo y dej
—¿Quién es tu cuñada aquí? ¿Inventando parentescos?—se burló Emilia.Cristina respondió tranquilamente:—Julia es mi cuñada—. Mirando a Julia con sinceridad, dijo:—Julia, quiero pedirte disculpas por lo de ayer.Julia quiso ignorarla y trató de llevarse a Emilia:—Déjalo, no le hagas caso.—Tú no te metas—dijo Emilia apartando la mano de Julia. Se acercó a Cristina y la examinó de arriba abajo:—Pareces débil e inofensiva, pero en realidad eres malvada. Llamas hermano a Andrés, pero lo que quieres es seducirlo, ¿no es así?Cristina cambió de expresión y dijo débilmente:—No es cierto, no me acuses injustamente.—¿No es cierto? ¿Entonces por qué los acosas? No tienen lazos de sangre, eres adulta y podrías vivir sola. ¿Por qué insistes en quedarte con Andrés y Julia? ¿No soportas verlos felices, verdad?—atacó Emilia, que no se equivocaba al juzgar a la gente. Había visto la mirada sombría de Cristina hacia los vestidos de novia, como si quisiera destrozarlos.Cristina intentó explicarse
La mirada de Julia se volvió fría de repente.Pero el rostro de Andrés era aún más frío. —¿Qué más dijo?Marina respondió:—Dijo que la señorita Cristina se queda cerca del señor para seducirlo, que quiere causar problemas entre el señor y la señora, que tiene malas intenciones...Al oír esto, Andrés miró a Julia con ojos sombríos y fríos. —¿Emilia dijo todo esto?Julia, pálida en la puerta, no pudo decir nada. Era cierto que Emilia había dicho esas cosas. Pero no sabía que Cristina era tan frágil como para desmayarse con un simple tirón.—Dile que venga a disculparse—le ordenó Andrés.Julia apretó las manos. No quería que Emilia se disculpara. Emilia la había defendido, ¿cómo podría mirarla a la cara si la obligaba a disculparse con Cristina? Además, Julia sospechaba que Cristina lo había hecho a propósito. Sabiendo que no era bienvenida, ¿por qué venir al taller a provocar? ¿No era intencional? Miró a Cristina, que fingía debilidad escondida tras Andrés. Julia sentía que Cristina no
Si Julia hubiera hecho esa llamada hoy, no merecería ser la mejor amiga de Emilia. Aunque Julia no llamó a Emilia, esta la contactó por iniciativa propia. Después de todo, ella había empujado a Cristina y quería saber qué había pasado.—Julia, ¿cómo está esa mujer?—preguntó Emilia apenas salió del trabajo.Julia, parada en la entrada del hospital, se quedó callada.—¿Es grave?—dijo Emilia arrepentida. —Si hubiera sabido que era tan frágil, ni la habría tocado.Julia no sabía qué decir.Emilia continuó:—¿En qué hospital están? ¿Andrés fue? ¿Dijo algo? ¿Necesito disculparme con Cristina y pagar los gastos médicos?—Emilia...—Julia no pudo evitar llamarla.Emilia tomó aire y dijo:—No pasa nada. Yo lo hice, yo me hago responsable. Iré al hospital a hablar con ella. Lo que pidan, si puedo pagarlo o hacerlo, no eludiré mi responsabilidad. Y si tengo que ir a la cárcel, pues...—Emilia—la interrumpió Julia. —¿Somos amigas?—Claro que lo somos.—Entonces no vengas. Ve a casa y descansa. Yo m
Andrés la miró y dijo:—¿Te estoy molestando? ¿No fuiste tú quien dijo que me detestabas, que era irritante y que no querías verme?—Sí, dije esas cosas, ¡pero fue en un momento de enojo! No como tú, que por unas pocas palabras que dije, deliberadamente me haces las cosas difíciles y me tratas con frialdad. Te pedí perdón y me ignoraste. Ahora me visto así, sabes perfectamente lo que quiero decir, ¡y aun así finges no entender y dices cosas hirientes!—Ella comenzó a llorar con frustración, tratando de liberarse de su abrazo. —Suéltame.Andrés no la soltó, manteniéndola contra la puerta. La miró fijamente con sus ojos oscuros y dijo: —Estoy tratando de corregir tu comportamiento. Siempre estás armando escenas y negándote a volver a casa. Si sigues actuando así de manera irracional, ¿cómo vamos a vivir juntos?Julia lo miró con resentimiento.—Simplemente no entiendes cómo me siento.—¿Cómo te sientes?— preguntó Andrés.Julia no pudo explicarlo. Estaba enojada, no era irracional. Odiaba
Después de esto, Andrés la besó apasionadamente y Julia se dejó llevar... Cuando volvió a despertar, ya era de día. Andrés se había levantado antes que ella y le acarició suavemente la nariz antes de salir de la cama con cuidado. Pero Julia ya estaba despierta y, al ver el rostro apuesto de Andrés, dijo perezosamente:—Te has despertado muy temprano.—Sí—respondió él con voz alegre. Después de hacer el amor, solía estar de buen humor. —¿Qué quieres desayunar? Le diré a Luz que te lo prepare.Julia, abrazada a él, levantó la cabeza para mirarlo. —Cualquier cosa está bien.—¿Qué te parece si le digo a Luz que te prepare atún a la plancha?—De acuerdo—asintió ella. Viendo que él se iba, le tomó la mano y dijo:—Andrés, sobre lo de Emilia...—Eso ya está olvidado—dijo Andrés mirando su rostro pálido. No pudo resistirse y la besó.Julia por fin se sintió aliviada. Ya no investigarían a Emilia, eso era bueno. Después de pensarlo un momento, preguntó:—¿Necesito disculparme con Cristina en no
Así fue como el asunto quedó resuelto. Los días pasaron tranquilamente. Julia se probó el vestido de novia, pero la cintura le quedaba algo estrecha, así que lo mandó a ajustar. Era curioso, ya que su talla de cintura no había cambiado en años, pero últimamente había engordado un poco, quizás por la buena comida.El vestido de Emilia le quedaba perfecto sin necesidad de ajustes.Pronto llegaron los últimos 5 días del año. Estrella y Belleza cerró por vacaciones y se acercaba la boda de Emilia.La mañana de la boda, Emilia envió el vestido de dama de honor, un vestido azul celeste de tul. Julia se lo probó en casa y el corte strapless resaltaba su piel blanca y hermosa.Andrés lo miró con el ceño fruncido, —¿Es necesario que lleves esto?—¿Qué pasa?—preguntó Julia mirándolo.—Es un poco revelador, ¿no?—dijo él con cara de disgusto.—¿Tú crees? Todos los vestidos de dama de honor son así—respondió ella mirándose al espejo.—¿No hay uno con mangas? Hace frío, ¿no te congelarás con un vest