—Es una llamada de Andrés—dijo Emilia.

Julia guardó silencio un momento antes de contestar. No podía ignorar la llamada; Andrés era muy perspicaz y siempre investigaba dónde estaba ella cuando no respondía.

No quería que Andrés supiera que había visto a Emilia hoy, para evitar que luego la considerara cómplice y le pidiera cuentas.

—Hola—contestó Julia, aunque su corazón latía aceleradamente, sintiéndose culpable como si hubiera hecho algo malo.

—¿Ya te cambiaron el vendaje?— La voz de Andrés sonaba cálida al otro lado del teléfono.

Julia respondió: —Sí, ya me lo cambiaron.

—¿Dónde estás?— Adivinó de inmediato que ella no estaba en casa.

Julia se sintió nerviosa, miró a Emilia y dijo sonriendo: —Vine al estudio. Hace varios días que no vengo a trabajar y se han acumulado muchas cosas. Vine a ocuparme de algunos asuntos.

Andrés frunció el ceño. —Aún estás convaleciente, no deberías trabajar. Vuelve pronto a casa, le diré a Luz que te prepare algo rico de comer.

Últimamente había sido mu