Observo cómo me mira críticamente durante un momento antes de lanzarme un golpe. Es un golpe de prueba y lo bloqueo con facilidad. Rebota sobre las puntas de los pies antes de volver a atacarme. Esta vez me lanza un golpe antes de girar e intentar clavar el codo en mi estómago. Bloqueo el primero y tengo que moverme para bloquear el segundo antes de que me golpee.

Cuando esta vez retrocede, puedo ver su emoción ante el desafío y sé que estamos a punto de empezar.

Me asombra su habilidad. Llevo años entrenándola. ¿Cómo no me he dado cuenta de que es tan buena? O ha estado aguantando o ha estado practicando muchas horas extra por su cuenta. O posiblemente ambas cosas.

Es rápida, pero no tanto como yo. Es su agilidad, que es mejor que la mía, la que iguala nuestras habilidades. Ella y yo comenzamos un baile de combate. Aunque no quiero derribarla, quiero que sepa cuándo se ha abierto. Así que, le doy golpes más suaves de lo normal. Podría haberla derribado, pero estoy disfrutando con e