¡Qué arrogante! Si cree que porque es más grande que yo puede intimidarme, se está buscando otra cosa. ¿Si me sentí mal por haberle amenazado con arrancarle las pelotas? Ni siquiera un poco. ¿Sentí el gran bulto en sus pantalones al mismo tiempo? Sí, y ¡guau! Eso es todo lo que puedo decir, guau.

Encuentro a Calista durante el almuerzo y decidimos buscar un lugar privado para comer lejos de cualquiera de los hombres que han decidido perseguirnos sin descanso. Nos acomodamos y la escucho desahogarse sobre cómo el Alfa Anders hace básicamente lo mismo que Clint: sentarse a su lado, intentar hablar con ella en clase, invitarla a salir constantemente. Es enloquecedor. Le hablo de Clint y de lo que pasó en las clases de Química y Literatura.

“¿Crees que hicieron algún tipo de apuesta entre ellos?”, me pregunta.

“¿Qué quieres decir?”.

Observo cómo Calista se queda pensativa mirando el campo de atletismo donde decidimos almorzar. “Bueno, tú y yo somos básicamente las únicas que quedamos e