Malditas hadas del arbolado. Nunca había conocido a un hada y podría haber pasado toda mi vida sin esa mierda. Por supuesto, ahora, Grace se ha ofrecido a dejarles pasar tiempo con nuestros lobos. ¡Tendré que ordenar a las patrullas que se queden vigilando y no se vayan a echar unos polvos con esas malditas criaturas!

“¿Crees que hay alguna posibilidad de que los lobos se apareen con las hadas?”, me pregunta Grace mientras volvemos a la casa de la manada. Alexander se había cambiado, para regocijo de las gemelas y les había preguntado si querían reunirse con él en el estanque cuando terminara su turno. Me sorprende que fueran capaces de responder entre tanta baba.

“No tengo ni idea. Nunca me habría imaginado que una príncipe hada de diez años estuviera emparejado con la hija de una Guardiana, así que qué sé yo”, digo, todavía malhumorado por todo este lío.

Grace me agarra de la mano y tira de mí hasta que me detengo. Me pasa los dedos por las sienes y por el pelo. “Déjalo, mi amor.