En cuanto Danisa sintió el placer de aquel tercer orgasmo, se levantó de la cama, se cubrió como pudo con el negligé y la bata de seda, y salió de la habitación sin despedirse. No se paró a ver cuanta gente había en la sala común, simplemente se encaminó hacia la zona del vestidor, para poder ponerse su ropa e irse a casa.
No sabía porqué motivo estaba actuando de ese modo, simplemente era lo único que podía hacer después de lo que había vivido. Se sentía vacía sin su contacto, sin su cuerpo fuerte apretando el suyo, e insuflándole una vida que no tenía cuando estaba lejos de él.
Llegó al vestidor, se puso la ropa con la que había ido a aquel club que le estaba robando el alma, y mientras iba de vuelta a su pequeño apartamento, sacó el teléfono móvil de su bolso, y escribió un
Me levanté somnoliento, pues había pasado la noche prácticamente en vela, analizando una y otra vez las palabras reflejadas en el escueto mensaje que la mujer del club me había mandado tras salir prácticamente corriendo de la sala. En un principio pensé que sería una trampa, una forma de poner a prueba los novatos como yo; luego lo volví a analizar, y pensé que tampoco tenía mucho sentido hacer algo así, pues a fin de cuentas, alguien del club tendría que presentarse a la hora indicada en el mensaje en medio de Paris, y constatar que él acudía; y entre uno y otro pensamiento pasó la noche, hasta que al fin, en torno al amanecer se quedó tan profundamente dormido, que no escuchó el sonido del despertador.Cuando abrió los ojos, él solo, y sin saber porqué motivo se había desvelado, se asustó al ver luz por la ventana, pens&oa
Danisa abrió los ojos tanto, que la situación hubiera resultado cómica para cualquiera que la viera desde fuera, sin saber la tormenta de sentimientos que ambos estaban viviendo.- ¿Michael? ¿Eres tú?Danisa, con su habitual falta de reparos, lo miró de arriba a abajo, reparando en lo delgado que estaba, y que ya no era el hombre fuerte que una vez la cogiera en brazos, y la empotrara contra la pared. Estaba mucho más delgado, y sus ojos parecían tristes, es lo primero en lo que Danisa reparó.- Si, soy yo, ¿qué demonios haces tú aquí? Llevaba dos años sin verte, y de pronto, nos encontramos al otro lado del mundo.- Estoy viviendo aquí.La respuesta fue seca, concisa, no invitaba a preguntar nada más, pero Michael no se rindió.- Yo también, llevó aqu&iac
No tardaron mucho en llegar allí, menos de media hora, porque a pesar de que no paraban de hacer cortar paradas para besarse, y acariciarse, caminaron deprisa, expectantes por llegar, y refugiarse en la intimidad de su casa.En cuanto cruzaron el umbral de la puerta, Danisa lo observó todo expectante. A pesar de la declaración de Michael, que le había dicho que su compañera no estaba allí, ella casi esperaba encontrar fotografías, o ropa de la mujer que se había apareado con él.Pero no fue así. El apartamento era asépticamente impersonal, no había nada que reflejara la personalidad de Michael, y de hecho, parecía un hotel, con sus cuadros que representaban el Paris de los años noventa, y sus jarrones en tonos que contrastaban con el blanco de las paredes.Se quitó el abrigo, lo colgó en el perchero de l
Danisa miró a Michael inquieta, pensando en lo que acababa de suceder entre ellos en aquel sillón; se había jurado a si misma que no pasarían de amigos, que conversarían y aclararían su extraña situación sin llegar a nada más, pero en cuanto traspasaron la puerta del piso, sintió que no podía contenerse, necesitaba tocarlo, sentirlo, acariciarlo, volver a ser la joven despreocupada que una vez había intimado con Michael.Michael se giró hacia ella, con sus ojos intensamente brillantes, y su rostro cargado de las promesas que cuando se conocieron por primera vez no le hizo. Se levantó del sillón, alargó el brazo,y la hizo ponerse en pie con la mayor suavidad de que fue capaz.Danisa se levantó tranquilamente, con sus pupilas clavadas en las pupilas de él, y caminó siguiéndolo, sin preguntarle adonde se dirigían.Michae
Después de devorar los deliciosos crepes, salieron del coqueto restaurante cogidos de la mano, mirándose como dos enamorados. Pasearon, recorrieron la orilla del Sena riéndose de todo lo que les llamaba un poco la atención, y en cuanto empezó a caer la noche, y los pies de Danisa protestaron por la cantidad de horas que había pasado con los botines de tacón puestos, Michael paró un taxi, y la acompañó a su casa.Se despidió de ella en el portal, dándole un beso húmedo y largo que embotó sus sentidos, y la hizo vivir en una nube durante el resto de la noche. Cocinó una tortilla, se duchó, preparó su ropa para el día siguiente, y leyó un par de capítulos de un libro que le encantaba, todo ello, con una sonrisa pintada en la boca.Lo cierto es que le costó dormirse, sentía
Después de aquella tarde en casa, disfrutando el uno del otro, Michael se fue mientras Danisa dormía plácidamente, y le dejó una bonita nota en la que le explicaba que tenía que regresar a su apartamento. Danisa la leyó al despertarle, y le respondió con un mensaje que envió a su teléfono.Tras leer el mensaje, Danisa se fue de casa con la sonrisa que adornaba últimamente su cara, ni siquiera recordó recoger los informes que había estado corrigiendo el domingo junto a Michael, y tuvo que regresar antes de comenzar su jornada laboral.El lunes fue duro, pero a ella no le importó, en parte porque no estaba concentrada en lo que sucedía en su oficina; en parte porque disfrutaba enormemente con su nuevo trabajo. Siempre le había gustado la ropa, y desde que era una niña le habían dicho que sus combinaciones eran increíbles, pero ella nunca pens&oacu
Me quedé con la boca abierta cuando vi a la preciosa Danisa enfundada en un vestido rojo. La observé salir por la puerta, y su cuerpo de curvas generosas me encandiló, madre mia, ese vestido, y esos zapatos de tacón que la hacían balancearse mientras caminaba, lo estaban volviendo loco.- Hola, Michael.- dijo ella, dándole un rápido beso en los labios.- siento haberme retrasado, no te imaginas el día de locos que he tenido.- No pasa nada, han sido solo cinco minutos.Michael disfrutó al ver como Danisa se introducía en el coche, y el precioso vestido se pegaba más a sus curvas. En cuanto él entró, el conductor puso en marcha el vehículo, y comenzaron a recorrer las preciosas avenidas de Paris. Michael apoyó su mano sobre la de Danisa, y ella se recostó sobre su pecho. Sentir el calor de su piel traspasando la fina tela de su camisa, lo volvió l
Danisa miró a Michael sonriente, pero con un poco de miedo en sus preciosos ojos, le resultaba extraño comportarse como lo había hecho. Llevaba dos años trabajando duro para ser una Danisa nueva, una mujer independiente, que pensara mucho en cada decisión que tomaba, y sin embargo, acababa de dejarse llevar por un arrebato de locura, y le había hecho el amor a Michael en un coche, ¡mientras circulaban por la ciudad! Sin duda, comportarse así, no formaba parte de su nueva personalidad, sino de la antigua; la personalidad salvaje que la había hecho feliz, pero que había hecho que la expulsaran de su manada.En cuanto el coche se detuvo totalmente, ambos bajaron del coche, y Danisa se sintió ligeramente decepcionada al darse cuenta de que el lugar al que se dirigían era un edificio de viviendas; lo cierto es que ella había esperado asistir a una fiesta en un restaurante, o tal vez en un edi