En casa

Llevaba dos semanas viendo a Danisa todos los días, y mi humor nunca había sido mejor que ahora. Quedábamos para cenar, a veces para ir a obras de teatro, o museos, y luego íbamos a alguno de nuestros apartamentos, y pasábamos la noche juntos.

Ella se derretía entre mis brazos, y yo sentía que no respiraba hasta que estaba a su lado, abrazándola y besándola. Las noches se nos pasaban en un suspiro, y los orgasmos se contaban por decenas.

No sabía como decirle a Danisa que era la única dueña de mi corazón, de hecho, era consciente de que estaba enamorado de ella, pero tenía miedo de decírselo. Por primera vez en mucho tiempo, me sentía feliz, pero inseguro, como si toda aquella felicidad pudiera desvanecerse en cualquier segundo.

Me desperté como cada día, con los sentidos abot

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