De compras

Ya han pasado más de doce horas desde que el Alfa Denzel y yo estuvimos en el jardín. A pesar de haberme duchado, frotado, y vuelto a lavar con un jabón diferente, siento que puedo oler el rastro de sus dedos sobre mi piel, y ésto me está volviendo loca, porqué no sé como hacerlo desaparecer.

Aunque el olor del Alfa me preocupa, también lo hacen los rugidos de mi estómago, que no deja de castigarme con vergonzosos rugidos de hambre. No he vuelto a salir de mi cuarto desde lo sucedido, y evidentemente, siento hambre. Pero era tal la vergüenza que sentía con solo imaginar que podía cruzarme con Alfa Denzel en el comedor, que he preferido permanecer aquí encerrada, sin permitir que nadie me visite. He dicho que sufría malestar en el estómago, y que seguramente fuera contagioso, para evitar que Vicenta entrara en la habitación y descubriera la realidad. Pero me siento al límite de mis fuerzas, y decido salir de aquí. Sé que en algún momento tengo que abandonar estos muros, y pre

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