CAPÍTULO VEINTIDÓS
AMELIA LEAL

Parpadeo una y otra vez, tratando de digerir lo que mamá acaba de decir. Sus ojos me miran con cautela y tengo que alejarme unos pasos para lidiar con la carga completa de revelaciones que acaba de hacer.

—¿Cuánto tiempo han estado juntos?— Sus ojos se llenan de lágrimas y su cabeza empieza a temblar de un lado a otro en señal de negación.

— Por favor, no me mires así. No merezco esa mirada crítica, Amelia. — Sus palabras salen afectadas por el llanto, haciéndolas casi inaudibles.

Bajo la cabeza, incapaz de mirarlo a los ojos durante más de tres segundos.

No quería juzgar. La amo con todas mis fuerzas, doña Anna María es mi heroína y mi espejo, pero no puedo negar que estoy atónito, lleno de prejuicios.

—Solo respóndeme, por favor. — solloza, sin contener las lágrimas y mi cuerpo se estremece, lleno de culpa.

— Fue en una conferencia hace unos meses, sabes lo mucho que me dedico a los servicios sociales que brinda el partido de tu padre, sin embargo, lo hago por amor
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