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CAPÍTULO VEINTICINCO

HNRICO ZATTANI

Me despierto, estiro los brazos hacia arriba para deshacerme de la pereza y giro la cara, encontrando al Leal más joven envuelto en mi sábana con expresión satisfecha.el rostro. Una sonrisa tira de mis labios y mi cuerpo se ilumina ante la escena, las imágenes de nosotros de anoche colorean mis pensamientos.

Maldigo por lo bajo, controlándome para no tocarla.

Desafortunadamente, no fuimos mucho más allá de besarnos o mordernos, aunque mi hambre por ella era tan grande como la mirada en sus ojos por mí. Joder, la mancha morada en tu hombro indica que mordí, chupé y chupé tu blanca piel con todas mis ganas.

Muchas ganas.

Podría haber ido más lejos con ella, juntos podríamos haber explorado los límites de la cordura del otro, pero no, Guilhermino tenía que llegar a tiempo y ser un maldito empático. Al menos se corrió en mis dedos antes de que el gilipollas viniera yCielos,ese fue el tren más hermoso que he visto en mi vida. Amélia Leal cachonda y balanceándose lascivamente
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