Capítulo 446
Dos meses después, tras una clase de entrenamiento, el mayordomo lo llevó al estudio de Enzo. Al entrar, Lorenzo vio el cuerpo de la gatita en el suelo, decapitada, con la cabeza separada del cuerpo.

—Sin mi permiso, no puedes tener nada que te guste —fue lo único que Enzo dijo.

Lorenzo ya no era ese niño indefenso. Esta vez, Celeste no tendría el mismo destino que aquella gatita.

—Señor —el mayordomo lo saludó con deferencia al cruzarse con él—, hay algo que debo informarle. Parece que la señorita Torres discutió en el jardín con sus padres y luego se fue con el señor Samuel.

En la casa Vargas, el cambio de poder se palpaba en el aire. El mayordomo, intentando congraciarse con todos, prefería no enemistarse con nadie.

...

Un lujoso auto negro avanzaba por la carretera que serpenteaba entre las montañas.

Celeste iba sentada en el asiento trasero, los ojos cerrados y el ceño fruncido, claramente agotada.

—¿Qué te pasa hoy? —preguntó Samuel desde el asiento junto a ella, su tono curioso.
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