—Celeste, la familia López ya está destruida. Has logrado lo que querías. La situación con los Vargas es mucho más complicada ahora. Arrestaron a Marina, y muchos de los ancianos de la familia Vargas están descontentos con Lorenzo. Samuel lo odia especialmente. Estar con Lorenzo es peligroso, ¡tienes que alejarte de él!Al escuchar las palabras de Jacob, Celeste frunció el ceño. —La persona que se encargó de Marina fue Samuel, ¿no? Esos ancianos deberían estar molestos con Samuel, ¿por qué estarían enfadados con Lorenzo?La mirada de Jacob se ensombreció un poco más. Le había advertido que estar cerca de Lorenzo era peligroso, y aun así, ella solo se preocupaba por saber por qué los ancianos de la familia Vargas estaban en contra de él.¿Celeste, en serio lo tienes en tan alta estima? ¿Más que a tu propia seguridad?Una chispa de dolor y desilusión cruzó por los ojos de Jacob. No quería ver esa expresión preocupada por Lorenzo en su rostro, así que apartó la vista. —Lo único que escuch
Las palabras de Jacob hicieron que un nudo de tristeza se apretara en su pecho.Celeste bajó la mirada, su voz apenas un susurro. —Jacob, lo nuestro ya terminó, deja el pasado atrás.Jacob la miró intensamente. —Lo he intentado, pero no puedo. Cada vez que cierro los ojos, los recuerdos de cuando estábamos juntos me inundan, como si estuvieran grabados en mi mente.Si pudiera olvidarla, no estaría sufriendo día tras día por su ausencia.Celeste frunció el ceño. —Si no lo olvidas, solo te estás torturando a ti mismo...—¿Qué están haciendo?De repente, una voz masculina, fría y familiar, resonó con fuerza.Celeste se estremeció y volteó sorprendida. Lorenzo estaba a unos metros de distancia, mirándolos con ojos sombríos y aterradores, su aura era tan amenazante como la muerte misma.Junto a Lorenzo estaba Isabella, quien lanzaba miradas llenas de odio hacia Celeste.Jacob los vio, y aunque su mirada se detuvo un instante en Isabella, sus ojos reflejaron un destello de burla. Aun así, no
Si Lorenzo solo estaba irritado por Jacob hace un momento, ahora su furia estaba a punto de explotar.La idea de que Celeste defendiera a otro hombre, y peor aún, ¡a Jacob! Encendía en él un deseo de posesión incontrolable.Lorenzo fijó su mirada en la encimera detrás de Celeste, donde los vegetales a medio cortar descansaban en el aire frío de la cocina. Un destello helado cruzó sus ojos.¿Le estaba cocinando a Jacob?El recuerdo lo golpeó con fuerza: en todo el tiempo que habían estado juntos, Celeste solo le había cocinado un par de veces. Y ahora lo hacía para Jacob.Los ojos de Celeste temblaron. Aunque habían compartido muchas cosas, la verdadera furia de Lorenzo aún la aterraba. Debía calmarlo.—Lorenzo... Jacob está herido. No puedes pelear con él —dijo, intentando controlar el miedo que empezaba a apoderarse de ella.Pero esas palabras fueron como un chispazo que alimentó aún más la ira de Lorenzo.«¿Jacob está herido? Entonces... ella está preocupada por él. ¡Lo está protegie
—¿Por qué Lorenzo vino aquí?Jacob clavó su mirada fría en Isabella.Por un momento, un destello de nerviosismo cruzó los ojos de Isabella, pero rápidamente recuperó la compostura.—Lo cité para hablar sobre el asunto de la familia López. No esperaba encontrarlos en casa.Jacob sabía que mentía.¿Negocios? Si fuera así, podrían haber hablado en cualquier otro lugar. ¿Quién discute asuntos serios en una casa?No importaba. Si Isabella quería seguir con esa frágil fachada, él no se lo impediría.Sin decir una palabra, Jacob apartó la mano de Isabella y, apoyándose con dificultad en la encimera, se levantó lentamente.Sus movimientos eran torpes, pero rechazó cualquier intento de ayuda.Los ojos de Isabella se llenaron de dolor.—Lo viste, ¿verdad? A ella le importa tanto Lorenzo que ni siquiera piensa en ti. ¿Aún sigues enamorado de ella?Con la cabeza gacha, Jacob respondió en voz baja:—Cuando nazca el bebé, recibirás los papeles del divorcio.El rostro de Isabella palideció de golpe.
El auto se detuvo frente al edificio de la empresa de Lorenzo.Los tres caminaron en silencio hacia el piso superior.Al llegar a la puerta de la oficina del presidente, una voz masculina, fría y despiadada, resonaba desde adentro.Alguien estaba en problemas.Enrique intercambió una mirada de complicidad con Celeste antes de abrir la puerta.Justo en ese instante, un archivo voló por el aire, directo hacia ellos. Enrique reaccionó rápido, jalando a Melodía para esquivar el golpe.Sin embargo, Celeste, que caminaba detrás, no tuvo tanta suerte. El archivo la alcanzó de lleno.—¡Ah! —gritó, sorprendida por el dolor.Lorenzo frunció el ceño y se levantó de su silla, dando dos pasos hacia ella... pero de pronto se detuvo. Con el rostro endurecido, regresó a su asiento y, sin una palabra, abrió otro archivo, ignorándola por completo.—¿Estás bien, Celeste? —preguntó Melodía, preocupada, corriendo hacia ella.—Estoy bien —respondió Celeste, aunque el dolor era evidente en su expresión. Apre
Lorenzo seguía con la cabeza baja, revisando documentos, como si Celeste no existiera.La tensión en el aire era palpable.Celeste se detuvo un momento en la puerta, observando el archivo caído.Lo recogió con calma y caminó hacia el escritorio, colocándolo suavemente sobre la mesa. Al levantar la vista, notó que el traje negro de Lorenzo estaba ligeramente mojado.—Tu ropa está mojada. Ve a cambiarte antes de que te resfríes —le dijo, con un tono suave.Lorenzo no respondió. Ni siquiera hizo un gesto. Era como si no hubiera escuchado.Frunciendo el ceño, Celeste le agarró el brazo y lo miró fijamente.—Ve a cambiarte —insistió.Lorenzo finalmente alzó la mirada, sus ojos fríos destilaban desprecio.—¿No deberías estar preocupada por tu querido Jacob? ¿Por qué te importa lo que me pase a mí? —Su voz goteaba celos.Celeste suspiró, resignada, pero sin apartar la mirada.—Primero cámbiate la ropa. Luego te explicaré lo que pasó hoy. ¿Me vas a escuchar?Lorenzo la observó en silencio dura
—No lo haré.La voz suave de Celeste no mostraba ni una pizca de duda.Agradecía a Jacob por haberla salvado, pero la gratitud y el afecto eran cosas completamente distintas.Lorenzo entrecerró los ojos. Aunque su tono seguía siendo frío, sus palabras destilaban mal humor.—Dices que no lo harás, pero lo protegiste porque te preocupaba que se lastimara. ¿De verdad no sientes nada por él?Cada palabra era como una daga.Celeste lo miraba incrédula.—¿De verdad dudas de mí? Ya te lo dije: entre Jacob y yo todo terminó. Agradezco lo que hizo por mí, y si tuviera que elegir de nuevo, no lo dejaría tirado. Pero no siento por él lo que estás insinuando. Ya te expliqué todo. Si aún no me crees, no sé qué más decirte.Celeste había aprendido a manejar los celos de Lorenzo, sabía cómo calmarlo.Pero esa insistencia en suponer que aún sentía algo por Jacob solo la llenaba de una frustración inmensa.Era agotador, como hablar con una pared.Su tono era calmado, su expresión tranquila.Pero esa se
—Todo lo de ayer ya se ha investigado. La señorita Torres fue a la cafetería para reunirse con Viviana, cuando ocurrió el accidente. Jacob la salvó —informó Andrés.Los ojos de Lorenzo se afilaron.—¿Estás seguro de que no fue a encontrarse con Jacob?—Totalmente seguro.Celeste no había planeado ver a Jacob, pero el hecho de que él arriesgara su vida por ella dejaba claro que aún sentía algo. Lorenzo mantuvo la vista en los documentos, su mandíbula tensándose.—¿Por qué Viviana querría verla?—Quizá tenían algo que discutir. Ya sabe que la familia Jiménez ha dependido de la señorita Torres para conseguir beneficios de usted. No sería raro que la invitara.Todo parecía encajar, pero la intuición de Lorenzo no se apagaba. Viviana no le inspiraba confianza.—Investiga más sobre Viviana —ordenó, frunciendo el ceño.—Entendido —respondió Andrés, como siempre, sin cuestionar.Lorenzo tomó otro documento. Apenas lo hojeó, una sonrisa irónica se dibujó en sus labios.—Parece que los Morales q