El auto se detuvo frente al edificio de la empresa de Lorenzo.Los tres caminaron en silencio hacia el piso superior.Al llegar a la puerta de la oficina del presidente, una voz masculina, fría y despiadada, resonaba desde adentro.Alguien estaba en problemas.Enrique intercambió una mirada de complicidad con Celeste antes de abrir la puerta.Justo en ese instante, un archivo voló por el aire, directo hacia ellos. Enrique reaccionó rápido, jalando a Melodía para esquivar el golpe.Sin embargo, Celeste, que caminaba detrás, no tuvo tanta suerte. El archivo la alcanzó de lleno.—¡Ah! —gritó, sorprendida por el dolor.Lorenzo frunció el ceño y se levantó de su silla, dando dos pasos hacia ella... pero de pronto se detuvo. Con el rostro endurecido, regresó a su asiento y, sin una palabra, abrió otro archivo, ignorándola por completo.—¿Estás bien, Celeste? —preguntó Melodía, preocupada, corriendo hacia ella.—Estoy bien —respondió Celeste, aunque el dolor era evidente en su expresión. Apre
Lorenzo seguía con la cabeza baja, revisando documentos, como si Celeste no existiera.La tensión en el aire era palpable.Celeste se detuvo un momento en la puerta, observando el archivo caído.Lo recogió con calma y caminó hacia el escritorio, colocándolo suavemente sobre la mesa. Al levantar la vista, notó que el traje negro de Lorenzo estaba ligeramente mojado.—Tu ropa está mojada. Ve a cambiarte antes de que te resfríes —le dijo, con un tono suave.Lorenzo no respondió. Ni siquiera hizo un gesto. Era como si no hubiera escuchado.Frunciendo el ceño, Celeste le agarró el brazo y lo miró fijamente.—Ve a cambiarte —insistió.Lorenzo finalmente alzó la mirada, sus ojos fríos destilaban desprecio.—¿No deberías estar preocupada por tu querido Jacob? ¿Por qué te importa lo que me pase a mí? —Su voz goteaba celos.Celeste suspiró, resignada, pero sin apartar la mirada.—Primero cámbiate la ropa. Luego te explicaré lo que pasó hoy. ¿Me vas a escuchar?Lorenzo la observó en silencio dura
—No lo haré.La voz suave de Celeste no mostraba ni una pizca de duda.Agradecía a Jacob por haberla salvado, pero la gratitud y el afecto eran cosas completamente distintas.Lorenzo entrecerró los ojos. Aunque su tono seguía siendo frío, sus palabras destilaban mal humor.—Dices que no lo harás, pero lo protegiste porque te preocupaba que se lastimara. ¿De verdad no sientes nada por él?Cada palabra era como una daga.Celeste lo miraba incrédula.—¿De verdad dudas de mí? Ya te lo dije: entre Jacob y yo todo terminó. Agradezco lo que hizo por mí, y si tuviera que elegir de nuevo, no lo dejaría tirado. Pero no siento por él lo que estás insinuando. Ya te expliqué todo. Si aún no me crees, no sé qué más decirte.Celeste había aprendido a manejar los celos de Lorenzo, sabía cómo calmarlo.Pero esa insistencia en suponer que aún sentía algo por Jacob solo la llenaba de una frustración inmensa.Era agotador, como hablar con una pared.Su tono era calmado, su expresión tranquila.Pero esa se
—Todo lo de ayer ya se ha investigado. La señorita Torres fue a la cafetería para reunirse con Viviana, cuando ocurrió el accidente. Jacob la salvó —informó Andrés.Los ojos de Lorenzo se afilaron.—¿Estás seguro de que no fue a encontrarse con Jacob?—Totalmente seguro.Celeste no había planeado ver a Jacob, pero el hecho de que él arriesgara su vida por ella dejaba claro que aún sentía algo. Lorenzo mantuvo la vista en los documentos, su mandíbula tensándose.—¿Por qué Viviana querría verla?—Quizá tenían algo que discutir. Ya sabe que la familia Jiménez ha dependido de la señorita Torres para conseguir beneficios de usted. No sería raro que la invitara.Todo parecía encajar, pero la intuición de Lorenzo no se apagaba. Viviana no le inspiraba confianza.—Investiga más sobre Viviana —ordenó, frunciendo el ceño.—Entendido —respondió Andrés, como siempre, sin cuestionar.Lorenzo tomó otro documento. Apenas lo hojeó, una sonrisa irónica se dibujó en sus labios.—Parece que los Morales q
Al pensar en el pasado, recuerdos compartidos inevitablemente invadieron su mente.Celeste sacudió la cabeza, obligándose a volver al presente.Se acercó a Lorenzo, empujando suavemente su brazo con una mano temblorosa.—¿Todavía estás enojado? —preguntó en voz baja.Lorenzo no la miró.Celeste, ignorada, dio media vuelta para marcharse, pero él la agarró de la muñeca. De un tirón, la hizo caer sobre sus piernas. Al levantar la cabeza, se encontró con su mirada gélida.«¿Qué significa esto? No me habla, pero no me deja ir». La confusión la invadió.El cuerpo de Celeste, suave y delicado, reposaba sobre él. El aroma dulce que la rodeaba lo envolvía, penetrando hasta lo más profundo de su ser. Todo en la oficina olía a ella, como si no hubiera escapatoria.Sin embargo, Lorenzo mantuvo los ojos en sus documentos, ignorando su presencia.Celeste se quedó en silencio, pero el tedio comenzó a apoderarse de ella. Tras un rato, sintió una mirada clavada en su piel.Alzó la vista de golpe, solo
Celeste se sumió de nuevo en un sueño ligero, hasta que un golpeteo en la ventana la sacó de su descanso.Desorientada, abrió los ojos y vio a una sirvienta uniformada esperándola afuera.—Señorita Torres, doña Olivia desea hablar con usted. La está esperando.Lorenzo ya había entrado en la casa.Celeste no tenía ganas de ir, pero sabiendo que Olivia la había mandado a buscar, no pudo evitar dudar antes de salir del auto.La sirvienta la guio hacia el interior de la mansión. El jardín, envuelto en los tonos apagados del otoño, lucía más marchito que la última vez que lo vio, aunque los arces aún conservaban su vibrante rojo.Bajo uno de esos árboles, Olivia, vestida con un largo vestido blanco y una capa granate, servía té con una calma casi inquietante.—Doña, la señorita Torres ha llegado —anunció la sirvienta con respeto.Olivia apenas levantó la mano, indicándole que se retirara.—Quiero hablar con ella a solas. Que nadie nos interrumpa.La sirvienta asintió y en cuestión de minuto
Un frío intenso recorrió el cuerpo de Celeste mientras su mente conectaba piezas sueltas.Todos sabían que el mayor beneficiado del accidente de Samuel había sido Lorenzo.Lorenzo siempre había sido apartado del favoritismo de Enzo, quien prefería a Samuel como su heredero. Pero si Lorenzo lograba tomar el control de la familia Vargas, Olivia también saldría ganando como su madre.Un escalofrío recorrió la espalda de Celeste mientras observaba a la mujer frente a ella.Dio un paso adelante, sus ojos fijos en los de Olivia, su voz apenas un susurro, destinada solo a sus oídos.—¿Fuiste tú quien provocó el accidente de Samuel?Por un breve instante, el rostro de Olivia reveló una expresión de incomodidad. No esperaba esa pregunta, ni mucho menos de Celeste.Bzzz...El celular de Celeste vibró de repente. Lorenzo la estaba llamando.Su mirada se oscureció con una mezcla de emociones, pero no contestó. Colgó la llamada y, con una voz gélida, se volvió hacia Olivia:—¡Habla! ¿Fuiste tú?Oli
Celeste, con el rostro entumecido por el dolor, lo miró en silencio.Olivia sabía que los rumores sobre Samuel y Celeste eran falsos, pero que Samuel afirmara que Celeste era su novia la dejó sin palabras. El desconcierto le duró solo un instante, antes de recuperar su compostura.—No esperaba que la mujer que le gusta a mi hijo también te interesara a ti —dijo Olivia, con una sonrisa amarga.Samuel esbozó una sonrisa fría, su rostro pálido irradiaba una frialdad palpable.—Hay muchas cosas que a él le gustan y a mí también. ¿Adivina quién se queda con ellas al final?Sus palabras llevaban una amenaza velada.Olivia soltó una risa seca, intentando mantenerse firme.—No es necesario que hables así. Son hermanos, Samuel. Siempre he agradecido que aceptaras a Lorenzo de vuelta en la familia Vargas. Al fin y al cabo, lo que te gusta a ti, Lorenzo debería cederlo.Samuel la miró, su sonrisa sarcástica era casi un corte afilado.—Han pasado años, pero parece que te has vuelto más hipócrita.