Capítulo 41
—¡Maldita sea! ¡No escapen!

Al darse cuenta de que las dos se escapaban, el guardaespaldas las persiguió a toda prisa mientras ellas corrían hacia abajo. Al mismo tiempo, a través del intercomunicador, gritó:

—¡Rápido! ¡Esas dos mujeres se han escapado!

El restaurante eran todas salas privadas, por lo que en los pasillos no había mucha gente. Solo podrían estar a salvo si lograban llegar a un lugar con más gente después de salir por la puerta principal, así que las dos corrían desesperadamente hacia abajo. Cuando llegaron al vestíbulo del primer piso, alguien las agarró repentinamente. Al levantar la cabeza, Celeste vio el rostro siniestro y aterrador de Pablo. Su corazón dio un vuelco por un momento.

—Señorita Torres, ¿adónde quieres ir? —preguntó Pablo con frialdad mientras la miraba fijamente, sabiendo muy bien cuál era la respuesta.

Celeste mordió su labio y, de reojo, vio una estantería de vinos al lado. Rápidamente agarró una botella y la estrelló con fuerza contra el estante.

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