—No, sé quién soy y acepto todo lo que digas —le respondió Celeste con serenidad.Él era su patrocinador. ¿Con qué derecho hacerle berrinches?Lorenzo sonrió con desdén. ¿Desde cuándo ella era tan obediente? ¿Qué aceptaría todo lo que él dijera?Cuando le pidió que se pusiera la ropa interior, ¡ella lo había rechazado!Entrecerró los ojos: —Si te pones eso y me complaces esta noche, te dejaré quedarte en casa.El rostro de Celeste se sonrojó intensamente. Quería quedarse, pero realmente no podía soportar ver esa prenda: —¿Puede ser otra cosa?—Si no quieres ponértela, ve a hacer tu maleta de inmediato.Celeste se quedó inmóvil en su lugar...Realmente no quería ponérselo, sin embargo, no tenía otra opción.Apretó los dientes, se armó de valor, tomó la prenda y habló con el rostro ruborizado: —Levántate primero, voy a cambiarme.Hacía un momento aún se negaba rotundamente a ponérsela, ¡y ahora accedió solo para no acompañarlo de viaje!El hombre se puso enojado de inmediato. Desde su po
Anoche, cuando Lorenzo revisó a Celeste, se dio cuenta de que sus heridas eran un poco graves, con desgarros e inflamación severa.Volvió a aplicarle la medicina con cuidado, cubriendo todas las áreas heridas.Tras terminar de curarlas, tiró el ungüento a un lado y, con sus grandes manos ardientes, atrajo a Celeste hacia él, besándola intensamente en los labios, como si quisiera devorarla por completo...Poco después, Celeste se sentía floja y débil por el beso, con sus ojos brillantes y nublados por la bruma del deseo.—Quédate en casa y descansa bien, llámame si pasa algo.Los oscuros ojos de Lorenzo la miraron desde arriba. Cuando habló, su cálido aliento soplaba ligeramente la mejilla, lo que la hizo estremecerse ligeramente. Solo asintió con el rostro sonrojado.En realidad, en su corazón, ya no pudo evitar rogarle amargamente: «¡Qué te vayas rápido...!»En ese momento, sonó el teléfono de Lorenzo. Era Andrés llamándolo para recordarle el tiempo.Lorenzo colgó la llamada y volvió
Paco se esforzó por mantenerse firme de pie, cubriéndose el pecho. Al ver al hombre quien lo había pateado, inclinó la cabeza respetuosamente para saludarlo: —Señor.Yael, que se sentó en el auto, le dirigió una mirada fría a Jacob:—¿Te atreves a golpear a mi subordinado?Su tono no era hostil, pero entrecerró ligeramente los ojos. Todos los que lo conocían sabían que era un presagio de su enojo.Jacob también lo miró con el rostro tenso. Le respondió en tono serio: —Yael, fui yo quien le pidió que lo investigara, si estás molesto, desahoga tu enojo en mí. ¡No le hagas daño!—¿Quieres que ella lo investigue? —se burló Yael con frialdad—: ¿Acaso ella ocupa un lugar más importante en tu corazón que yo, tu propio hermano de sangre? ¿Escuchas tanto sus palabras?Jacob frunció el ceño: —Solo no quiero que nos equivoquemos de enemigo, si el asesino de nuestro padre es alguien más, ¿no te arrepentirás después de la venganza?—Entonces, ¿insistirá en tu decisión?El rostro de Yael no mostró e
Jacob le lanzó una mirada, confundida: —¿Qué estás haciendo?—No sabemos si Fernando esté en su pueblo natal. Le pediré a Enrique que averiguara su paradero, para no perder tiempo.—¿Conoces a Enrique?Jacob se sorprendió mucho. Él también había oído hablar de Enrique Paredes, un señorito adinerado famoso en la ciudad. Había sido una persona muy orgullosa, Yael había intentado varias veces entablar amistad con él, pero había sido rechazado todo el tiempo. ¿Y Celeste lo conocía?—Es buen amigo de Lorenzo. Nos hemos visto algunas veces y me considera como su hermana. Él me ayudaría.Celeste le respondió sin siquiera levantar la cabeza.La mirada de Jacob se enfrió de inmediato. No era extrañar que conociera a Enrique, resultó que lo logró con la ayuda de Lorenzo...El ambiente en el auto se volvió opresivamente silencioso.Después de enviar el mensaje, Celeste dejó de lado su móvil y se dio cuenta del rostro sombrío de Jacob, sin entender qué le había ocurrido. Le dijo: —Vámonos. Por fav
—¡Celeste, te atreves a golpearme!Celeste apretó los dientes y se levantó a pesar del dolor, mirándola fríamente:—Escucha, Jacob y yo no hemos hecho nada. Nos encontramos para investigar la verdad sobre la enemistad entre la familia Morales y los Jiménez.Isabella lo miró con rabia rechinando los dientes: —¿Acaso no puedes investigar tú misma? ¿Por qué tienes que involucrar a mi esposo? ¡Manuel Jiménez es definitivamente el asesino! Como no quieres que la familia Morales se vengue, por eso quieres confundir a mi esposo y seducirlo para que los perdone, ¿crees que no me doy cuenta de tus trucos sucios?Celeste estaba impresionada por esa imaginación ridícula de Isabella, y le respondió fríamente: —Me encontré con Jacob en la calle por casualidad.—¡Ja, por casualidad! En una ciudad tan grande, ¿¡de dónde viene tanta casualidad!? ¡Conozco bien a mujeres como tú! ¡Así es como seducen a los hombres!Era inútil tratar de razonar con Isabella, pues creía que Celeste estaba mintiéndole si
—Señor Vagas, fue el señor Romero me envió para acompañarte.El señor Romero era precisamente el presidente de la empresa con la que Lorenzo estaba negociando de financiamiento esta noche. Probablemente estaba tan ansioso por conseguir ese financiamiento y le arregló ese "entretenimiento" a Lorenzo después de la cena.La mujer vestía un top negro corto y una minifalda, su piel era blanca y su figura era sexy. Por lo general, los hombres que vieran esa escena deberían tener dificultad para contenersePero, Lorenzo no era un hombre cualquiera.Miraba a la mujer sin expresión especial. Sin embargo, en su mente apareció la imagen de Celeste de la noche anterior. Ella se vestía la lencería negra, resaltando su figura blanca y tentadora, cubriéndose la cara tímidamente sin atreverse a mirarlo.La mujer en la habitación lo miraba fijamente y claramente vio un bulto en la parte inferior de los pantalones del hombre. Se emocionó de inmediato.¡Sabía que con su figura tan buena, incluso Lorenzo
Margarita se paró en la puerta y le entregó su celular, luego le susurró con nerviosismo: —Parece que el señor está de muy mal humor, deberías consolarlo un poquito...Celeste se quedó sin palabras...A ella no le apetecía hacerlo, ¡quería mandarlo al carajo!Celeste no dudaba que, si apagara también el teléfono de Margarita, Lorenzo seguiría llamando a los otros sirvientes de la casa y luego le pediría a ella que lo contestara.No podía dejarlo despertar a todo mundo...Celeste solo pudo forzar una sonrisa. Tomó el teléfono, cerró la puerta y se lo llevó al oído, respirando hondo.—Celeste, ¡te atreves a colgar mi teléfono! Necesitas ya una buena lección, ¿verdad?Antes de que pudiera decir algo, los furiosos gritos del hombre le retumbaron en el oído, haciéndole doler los tímpanos.Como era de esperar, diría esas dos frases.La suave voz de Celeste sonó tranquila: —Tú fuiste quien empezó con los insultos.—¡Porque estabas dormida!Celeste se quedó sin palabra de nuevo.¿Solo porque
Del otro lado de la línea, con el rostro contra la pantalla del teléfono, Celeste ya se quedó profundamente dormida con los ojos cerrados.Escuchando su respiración suave, en la mirada de Lorenzo se deslizó un atisbo de ternura. Él no volvió a despertarla, solo colgó el teléfono con silencio.***Debido a esa llamada de Lorenzo, Celeste no se despertó hasta el mediodía del día siguiente.Le devolvió el teléfono a Margarita, quien le preguntó con preocupación: —Señorita, ¿tuvo una pelea con el señor?—No.Anoche ella se quedó dormida durante la charla, y no recordaba de qué habían hablado.—Entonces está bien —suspiró Margarita aliviada y luego sonrió—. Estaba preocupada de que discutieran, pero parece que el señor no quiso regañarte incluso cuando estaba de mal humor.—...Celeste se quedó sin palabras.Si no supiera que Lorenzo solo la estuvo molestando a propósito, realmente le habría creído.Esperaba que ese hombre no volviera a volverse loco esta noche, ella solo quería tener un b