Una promesa
Acompañé a Lilian hasta que tomó un taxi y luego me quedé sola afuera de la empresa.

No vi a Eduard cerca; tal vez también se había ido, pero no sé si fue a su nuevo apartamento o al suyo propio. Opté por tomar un taxi por mi cuenta, y el conductor me llevó en la dirección que le indiqué.

Al entrar al edificio, subí por el elevador sintiéndome inquieta. No me gusta que Eduard me oculte cosas, y sé que lo está haciendo porque él mismo me dijo que no podía decírmelo.

Cuando las puertas del elevador se abrieron, caminé por el pasillo hasta llegar a la puerta con el número correspondiente. Inserté la tarjeta, y la puerta se abrió. Sin embargo, al entrar, me sorprendió ver a Eduard ya sentado en el sofá, esperándome. No debía haber llegado mucho antes, ya que me demoré un rato hablando con Lilian y luego la despedí.

—Sandra —me llamó Eduard al ver que pasaba de largo hacia la habitación y lo ignoraba—, tenemos que hablar.

—¿De qué? —le respondí de espaldas antes de tomar la perilla de la pu
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