Él siempre había pensado que todo eso era una tontería. Justo en ese momento, por fin se dio cuenta de que habían tenido parcialmente la razón.

La señorita Daugherty había dado a luz a un par de gemelos, no bebés muertos.

El niño era obediente y la niña era hermosa. ¡Eran agradables a la vista!

El señor Brown se quedó mirando a Alden durante un rato antes de volver a sorprenderse.

¿Por qué este niño era exactamente igual que el Amo cuando era pequeño? La manera imponente del niño al sentarse en la silla era igual a la del Amo.

¡Oh, Dios!

Él debía ser demasiado viejo, y su vista debía haberse vuelto borrosa para que tuviera una percepción tan errónea.

El señor Brown sacudió la cabeza con fuerza para deshacerse del ridículo error. Luego se puso en cuclillas, sonrió y dijo: "Usted es Alden, ¿verdad? ¿Puedo llamarte 'Joven Amo Alden'?".

Alden respondió cortésmente: "Puedes llamarme Alden".

"Eres un buen niño. Ven, te daré algunos dulces". El señor Brown sacó de su bolsillo un mon