La Señora Winters Peleando Por Sus Hijos
La Señora Winters Peleando Por Sus Hijos
Por: Vino de verano
Capítulo 1
La noche era tan oscura como la tinta.

Un grito desgarrador salió del almacén situado en el patio trasero de la mansión Daugherty.

El rostro de Adina Daugherty estaba pálido, al igual que sus labios agrietados.

Sufrió una contracción, haciendo que la sangre brotara de sus partes íntimas.

Llevaba ocho meses de embarazo, así que ¿por qué sentía que estaba a punto de dar a luz...?

¿Estaba por tener un parto prematuro?

Era muy peligroso dar a luz cuando solo tenía ocho meses de embarazo…

En cuanto ese pensamiento apareció en su mente, ella decidió no perder el tiempo y se arrastró hasta la puerta sobre sus cuatro patas, entonces golpeó con sus puños contra ella.

“Señor Granger, estoy a punto de dar a luz. Por favor, lléveme al hospital. Se lo ruego...”.

Un hombre de unos cuarenta años estaba sentado afuera de la puerta fumando un cigarrillo.

“Señorita Adina, ni siquiera sabe quién es el padre de sus hijos”, dijo él con frialdad. “¿Cree que el amo y la señora la llevarán al hospital para que todo el mundo pueda ver lo desvergonzada que es usted? ¡Deje de provocar un escándalo y quédese tranquila adentro!”.

Adina empezó a sollozar incontrolablemente.

Hace ocho meses, los periodistas captaron fotos ilícitas de ella en un hotel y se convirtió en el mayor hazmerreír de la ciudad.

Entonces, descubrió que estaba embarazada. Su padre la consideró una vergüenza para él e intentó obligarla a abortar, pero antes de la operación, saltó de repente de la mesa de operaciones y huyó.

Ella prefería morir antes que abortar a sus bebés.

Después, su padre le ordenó a los sirvientes que la encerraran en el almacén, donde tenía que quedarse sola.

Estuvo encerrada durante ocho meses y durante ese tiempo, no pudo salir ni una sola vez.

“Señor Granger, se lo ruego. Por favor, salve a mis bebés, o morirán… Por favor, ayúdeme…”.

Un dolor punzante recorrió el abdomen de Adina, haciendo que sus súplicas se debilitaran.

Pero el hombre que estaba frente a la puerta actuaba como si no la hubiera escuchado. Siguió fumando tranquilamente.

La sangre seguía saliendo de la zona íntima de Adina, y su vestido se había empapado. Ahora estaba sentada en un charco de su propia sangre.

Desesperada, ella agarró la manija de la puerta y empezó a lanzarse contra ella.

¡No podía dejar que sus bebés murieran en su vientre! ¡Se rehusaba a que pasara!

“¡¿Estás demente?! ¡¿Qué estás haciendo?!”.

El Señor Granger abrió la puerta completamente furioso. Ignoró la sangre y agarró a Adina por el cabello para arrastrarla al interior del almacén y alejarla de la puerta.

Pero entonces…

“¿Qué está pasando?”, preguntó una voz fría desde cerca.

La mano del Señor Granger se congeló en el aire. Se dio la vuelta y saludó a la mujer respetuosamente: “Señorita Dew”.

Adina levantó la mirada y vio a la mujer entrar en el almacén.

¡Era Dew Daugherty, su hermana!

Habían crecido juntas y eran muy cercanas.

Adina se aferró a ella como una persona que se estaba ahogando a un tronco flotante. “Dew, por favor, ayúdame. Salva a mis bebés...”.

Dew la miró con desprecio y dijo con frialdad: “Señor Granger, ella es la hija mayor de la familia Daugherty. ¿Cómo se atreve a arrastrarla como a un perro moribundo?”.

El Señor Granger comprendió inmediatamente lo que quería decir y dijo respetuosamente: “Señorita Dew, no me sobrepasé de los límites. La Señorita Adina simplemente no sabía lo que era bueno para ella y quería correr al hospital. Si algún extraño se enterara de que está embarazada de hijos bastardos, arruinaría la reputación de la familia Daugherty. Solo lo estaba haciendo por la familia”.

“Nada mal”, lo elogió Dew. “Le diré a mi padre que le aumente el sueldo después”.

Ella se dio la vuelta y su mirada se posó en el vientre de Adina. “Tus bebés sí que se aferran a la vida como cucarachas. Cuando mi Padre te dijo que los abortaras, insististe en quedártelos a pesar de que te dijeron que la familia Daugherty no se haría cargo de ellos. Si sobreviven, tendremos que considerar que tienen una perseverancia inigualable. Pero sería mucho mejor si simplemente murieran. Así, la familia Daugherty conservaría su impecable reputación”.

“No, mis hijos no pueden morir...”.

Adina pudo sentir la hostilidad de Dew, por lo que se arrastró hacia atrás mientras se cubría el abdomen.

Estaba completamente empapada de sangre, al igual que su vestido. Incluso su cabello y su cara estaban cubiertos de sangre y sudor. Sus labios estaban tan secos que se habían formado grietas en ellos, y parecía que estaba llorando lágrimas de sangre. Aquellos que no conocían la historia completa pensarían que había salido a rastras de un vertedero.

Dew soltó una risa al ver a la mujer más hermosa de Ciudad del Mar reducida a este estado. “Adina, ¿sabes por qué te acostaste con un hombre hace ocho meses?”.

Ella se agachó con una mueca en el rostro. “Es porque yo arreglé eso”.

“¡¿Qué?!”. Adina fue tomada por sorpresa.

Al mismo tiempo, experimentó otra contracción y brotó más sangre.

Dew sonrió con satisfacción. “Siempre fuiste la princesa de la familia Daugherty. Poseías la mitad de las acciones de la Corporación Daugherty y, al cumplir dieciocho años, te convertiste en la heredera de la familia. ¿Tienes idea de lo celosa que estaba? Si eres tan pura que crees que estás por encima de todos, ¡entonces te convertiré en una puta que se acuesta con cualquiera!”.

“¡T-tú!”.

Adina estaba incrédula.

Había considerado innumerables posibilidades, pero ni una sola vez pensó que su querida hermana pudiera ser la persona que había planeado aquel suceso, que arruinó su vida.

“En los ocho meses que has estado encerrada aquí, me he convertido en la nueva heredera de la familia Daugherty. Adina, a partir de ahora, solo eres la mujer con la peor reputación de Ciudad del Mar. ¡Eres una puta que va a dar a luz a unos b*stardos, que nunca sabrán quién es su padre! ¡Tu vida está arruinada! ¡Jajaja!”.

Un dolor punzante recorrió el estómago de Adina al escuchar sus impactantes palabras, y sentía como si su parte íntima se hubiera desgarrado.

El dolor era tan intenso que casi hacía que se desmayara.

“¡Aaaaahhhh!”.

Un grito atravesó su garganta y ella cayó al suelo.

Su rostro pálido estaba fijo en el techo y abrió las piernas instintivamente. Chorros de sangre brotaron de su parte íntima.

Algo empujó la zona entre sus piernas y sintió como si la hubieran partido en varios pedazos.

Se sentía como si hubieran pasado siglos, pero en realidad solo habían transcurrido unos minutos cuando, de repente, los gritos de los bebés resonaron en el almacén.
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