Capítulo 2
Punto de Vista de Maeve

Ninguna de estas palabras podría describir adecuadamente lo que sentí en ese momento. ¿Lo había escuchado bien?

Yo… ¿podía ir a la fiesta de Sarah?

"¿Por qué se le permite venir?". Sarah se quejó. "¡Es mi fiesta de cumpleaños!".

Papá se acercó a la puerta abierta del coche y acarició afectuosamente su cabeza decorada. "Lo sé, querida, pero la Familia Real sabe que tengo dos hijas. Esperan que el Príncipe Xaden los conozca a ambas en la fiesta".

Podía sentir la mirada aguda de Victoria atravesándome como dagas. Al tragar, evité hacer contacto visual con ella a propósito.

Debí haberlo sabido. Él realmente no me quería ahí.

"Entonces… ¿por qué necesita un vestido nuevo?".

"Imagínate si se empezara a correr la voz que maltrato a mi hija. La reputación que nuestra familia trabajó tan duro para construir se derrumbaría. No quieres que el Príncipe Alfa se enoje conmigo, ¿verdad?".

Sarah se enojó. "Bueno… no, pero…".

"Hagamos algo", susurró papá. "¿Qué tal si te compras cinco vestidos nuevos esta vez? Los cinco vestidos que quieras".

"¡Quiero diez!".

Mi padre sonrió y lo que vi me provocó una punzada en el pecho. "Cualquier cosa por mi princesa". Nunca veía este lado de él a menos que se tratara de mi hermana. Haría cualquier cosa para verla feliz, para hacer realidad sus sueños.

Y ni siquiera pudo dedicarme una mirada de pasada mientras yo caminaba hacia el coche.

Nuestro chofer cerró la puerta detrás de mí y dejamos Piedra de Luna hacia la capital. El viaje en sí fue bastante sencillo, a pesar de durar una hora. Sarah se las arregló para estar todo el viaje sentada lo más lejos posible de mí, sin siquiera decir una palabra. No me importó, rara vez visitaba la capital y mucho menos salía de la manada, así que aproveché la oportunidad para contemplar mi entorno lo más que podía.

El paisaje, los edificios, la gente…

Quería vivir todo como si fuera la última vez.

Siempre había algo en la capital que me dejaba sin aliento y, cuando salimos del coche, la razón de esto me abrumó una vez más. Con sus modernos rascacielos y calles limpias llenas de gente feliz, estaba muy lejos de la manada fría y conservadora que dirigía mi padre, donde yo siempre tenía que andar con cuidado.

Al respirar el aire fresco de la capital, me sentí etérea.

Pero éste era territorio de Sarah, no mío. Ella conocía este lugar como la palma de su mano, ya fuera para encontrarse con amigos o comprar por su cuenta.

Mientras explorábamos el centro comercial más grande de la capital, deteniéndonos en todas las tiendas de lujo que Sarah podía encontrar, era obvio que no tenía intención de comprar para mí. Cada vestido que escogió y se probó eran únicamente para satisfacer sus gustos. Y se aseguró de mantenerme ocupada haciéndome seguirla y cargar todas sus cajas y bolsas.

No parecía importarle que eso quería decir desobedecer las órdenes de mi padre. Ella estaba totalmente dispuesta en mantenerme fuera de escena tanto como fuera posible.

Este día era para ella.

"¡Me encanta esta tienda!". Sarah exclamó mientras un empleado de la tienda cobraba sus artículos. "Siempre puedo encontrar vestidos tan bonitos aquí!".

"Son tan hermosos como la mujer que los lleva". El empleado sonrió ante el rostro encantado de Sarah antes de girarse hacia mí, su sonrisa desapareció rápidamente mientras me entregaba una bolsa. Por supuesto, él fue uno de los muchos que asumieron que yo era una simple sirvienta omega. "No los ensucies".

Suspiré, tomando la bolsa. Este va a ser un día largo.

Habían pasado horas desde que empezamos a comprar y el sol comenzó a ponerse. Estaba abrumada por los paquetes de Sarah, pero ella aún no estaba satisfecha. Entonces, recorrimos la última tienda de su lista.

De repente, un vestido en particular me llamó la atención, no por su extravagancia ni por tener el nombre de un diseñador de moda en la etiqueta. Era un sencillo vestido de seda blanca con delicados encajes en el corpiño y las mangas que podría confundirse con uno de los camisones de Sarah, pero había belleza en su sencillez. Ninguna de las otras chicas que competían por la atención del Príncipe Alfa usaría ese vestido.

Y eso, pensé, lo hacía especial.

"Em, ¿qué tal este?", yo dije. "No es tan lujoso pero sigue siendo bastante encantador—".

"¿Siquiera te oyes a ti misma?", ella dijo con una mueca de desprecio, sin molestarse en mirar en mi dirección. "Si no es lo suficientemente exquisito como para captar la atención del Príncipe Xaden, entonces no quiero tener nada que ver con eso. Ahora, sé una buena perra callejera y cierra la boca".

Apreté la mandíbula. "Solo estaba tratando de–-".

"Si tanto te gusta, ¿por qué no te lo pones?", murmuró, distraída por una llamativa línea de vestidos rosa. "Un vestido aburrido para una sirvienta aburrida".

Sus comentarios groseros me enfurecieron, pero me quedé en silencio.

Después de todo, necesitaba un traje para su cumpleaños. Y, al mirar el vestido, supe que pudo ser peor en cuanto a opciones, y ciertamente no me sentiría cómoda usando algo del estilo de Sarah.

Tal vez debería probármelo...

Después de unos minutos en el vestidor de la tienda, salí con el vestido sencillo.

Y por un momento, Sarah se veía realmente aturdida. "Es…".

"¡Hermoso!". Un grupo de chicas que pasaba se detuvieron para mirarme boquiabiertas con el vestido, atrayendo así la atención de otros clientes cercanos, y no pude evitar sonrojarme por la repentina atención. "¡Parece que fue hecho para ti!".

¿Qué?

Me miré en un espejo cercano, jugueteando torpemente con las mangas. Claro, el vestido era más de mi gusto que cualquier otra cosa que hubiera visto en el centro comercial y se sentía agradable al tacto, pero… ¿ser llamada hermosa?

No era digna de ese nombre.

"Es la cosa más fea que he visto en mi vida", Sarah gruñó con una mirada de odio, alarmándome. "¡Quítatelo inmediatamente y sácalo de mi vista!". Con un empujón hacia el vestidor, me puse solemnemente mi ropa normal y salimos de la tienda… sin el vestido.

El resentimiento brotó de su cuerpo en oleadas mientras caminábamos hacia el coche.

Mientras colocaba cuidadosamente los vestidos de Sarah en el baúl, la escuché dirigirse a nuestro chofer: "Espera aquí. Regresaremos en un momento". Y una vez que cerré el baúl, ella me agarró de la muñeca y me alejó del coche.

Su repentina determinación me dio un mal presentimiento. "¿A dónde vamos?".

"Tengo un regalo para ti".

Y con eso, ella me llevó más adentro del laberinto de la capital.

Pronto, nos detuvimos afuera de un callejón en una parte de la capital que no conocía, una que no tenía interés en volver a visitar. Grandes edificios se alzaban sobre nosotras, su presencia dándome un mal presentimiento en medio del atardecer. Hombres que apestaban a alcohol y mujeres omega con poca ropa llenaban las calles, irradiando pecado y problemas.

"¿Por qué estamos aquí?", pregunté, mirando nerviosamente a mi alrededor. "Deberíamos irnos".

Las chicas como nosotras no pertenecían aquí.

Incluso los ojos de Sarah se llenaron de miedo, pero ella permaneció decidida. "No, aún no nos vamos".

Se acercó a un vendedor de licores que había cerca y regresó con una bebida amarilla de aspecto sospechoso. "Esto es para ti", Sarah dijo con una sonrisa que solo aumentó mi inquietud. "Considéralo mi regalo para ti".

No tenía mucha experiencia con el alcohol. Las pocas veces que recuerdo haber tomado uno o dos sorbos solo fueron en los eventos sociales a los que se me permitía asistir como hija de Piedra de Luna. No tenía gran deseo de probarlo porque me llenaba de recuerdos de estar rodeada de distinguidos y desconocidos importantes y de una familia que detestaba mi existencia. Agregado con su fuerte y desagradable aroma, no me provocaba querer beberlo.

Especialmente no en este lugar que no parecía bueno.

"Yo... no quiero eso", hice una mueca, retrocediendo lentamente. "Por favor, Sarah, vámonos. No es seguro—".

De repente, su mano salió disparada y me arrastró hacia la oscuridad del callejón. Con poco tiempo para procesar lo que estaba sucediendo, y mucho menos defenderme, logró derribarme al suelo y obligarme a tragar la bebida. Al instante, un sabor fuerte y amargo y un peculiar olor a planta abrumaron mis sentidos, provocándome náuseas.

Luché por ponerme de pie. Incluso una brisa pudo haberme derribado. "Qué—", tosí, "¿qué fue eso?".

"Solo un trago de alcohol... infundido con esencia de Ylang".

¿Ylang…?

"No es veneno. Está para relajarte…", dijo con una mirada maliciosa,"tal vez hacer que un hombre o cincuenta te cojan a su gusto. Con el famoso burdel de la capital justo aquí, no podrán notar la diferencia entre tú y una de esas que caminan por la calle… así que mejor recuéstate y acéptalo como la miserable perra que eres".

Me quedé horrorizada. Este era un golpe bajo incluso para ella.

Un golpe ensordecedor, bum, bum, bum, comenzó a resonar por todo mi cuerpo, aunque no sabía si era por miedo, indignación, el afrodisíaco o alguna potente mezcla de los tres. Algo caliente, salvaje y completamente desconocido se agitó dentro de mí. Jadeando y temblando, sentí como si una fiebre terrible se apoderaba lentamente de mí.

Esto es…?

Sarah me observó. "Ya estás en celo", comentó, sonando sorprendida. "Qué cóctel tan poderoso".

"Sarah, por favor...".

"Disfruta tu noche con los lobos", se rio. Y así, ella se fue.

El tiempo transcurrió de manera diferente bajo la influencia de la droga y mi cabeza daba vueltas por la confusión. Pero una cosa era segura...

Un grupo de hombres se acercó pavoneándose hacia mí. Olí el alcohol que irradiaba sus cuerpos y supe para qué estaban aquí. Puede que Sarah no tuviera la intención de matarme con esa bebida, pero aun así me sentenció a muerte.

Uno de los hombres me miró con malicia. "Parece que le vendría bien un poco de compañía, señorita".

Me congelé, presionándome contra la pared del callejón con toda la fuerza que pude reunir. Drogada o no, este era mi primer celo y me sentía impotente contra su influencia. Todo lo que mi cuerpo quería hacer era ceder a la voluntad de estos hombres aterradores, y yo…

¡No podía permitir que eso sucediera!

"A-Aléjate de mí", traté de gruñir. “¡N-No te quiero!”.

Otro hombre se rio. "Parece que tenemos una luchadora muchachos".

Las lágrimas empezaron a brotar. “¡T-Te lo advierto!”.

"Vamos, bebé", dijo un tercero, extendiendo sus grandes y grotescas manos hacia mí. "Déjanos mostrarte un buen rato…".

Mi corazón dio un vuelco en mi garganta y jadeé, cerrando mis ojos húmedos. No podía resistir más el calor, estos impulsos eran asfixiantes y sentía que no podía respirar a menos que cediera. En cualquier momento, mi debilitada determinación se rompería y estaría atrapada con estos rufianes toda la noche.

"¡DÉJENLA EN PAZ!".

—O eso pensé.
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